Marcos estaba en su despacho desde muy temprano, revisando cada detalle, anotando mentalmente cada pequeño gesto que debía cuidar para que todo saliera perfecto. Había pasado semanas planeando ese día, y sabía que debía ser inolvidable para Isabella. No era solo un paseo ni una cena; era una oportunidad de demostrarle cuánto la amaba, cuánto había aprendido de sus errores y que esta vez todo sería diferente.
Con cuidado y precisión, llamó a Isabella mientras revisaba los últimos detalles con Camilo por mensaje. Su voz, siempre tan segura y elegante, llevaba un matiz de nerviosismo que solo él podía controlar con esfuerzo.
—Isabella… —dijo, con suavidad, mientras esperaba que ella contestara—. Quería preguntarte algo.
—¿Sí, Marcos? —respondió ella, con un tono curioso pero cauteloso—.
—Mañana… ¿podrías apartar el día para mí? —preguntó, intentando mantener un tono casual, aunque su corazón latía con fuerza—. Tengo… una sorpresa preparada para ti.
Hubo un breve silencio al otro lado de