Stephan
El chirrido de los neumáticos aún resonaba en mis oídos cuando mis piernas comenzaron a moverse por instinto.
Corrí hacia los contenedores, para perderme en el laberinto de metal oxidado y sombras densas. El aire frío se colaba entre las estructuras, trayendo consigo el eco de las pisadas apresuradas y órdenes en ruso.
Intenté llegar a dilucidar a través de sus voces cuantos hombres eran. Aunque parecía imposible, mi mente estaba por todos lados y me sentía aturdido por la adrenalina y el miedo debilitante.
—Не убивайте его, он нужен мне живым!!
(¡No lo maten, lo necesito vivo!).
Me adentré aún más en la oscuridad, buscando agrandar la distancia, entre ellos y yo.
Mis botas golpeaban el suelo de concreto con cada zancada, y esquivaba los charcos de agua estancada y cajas rotas. Conocía este lugar lo suficiente para saber que si lograba llegar a la valla trasera, podría saltarla y perderme.
El único problema era que el lote de contenedores, tenía aproximadamente unos diez acres