Oriana
La exposición estaba abarrotada. Voces suaves flotaban entre las paredes blancas, se mezclaban con el sonido de copas de cristal y pasos lentos sobre el mármol. El aire olía a vino caro, perfumes costosos y dinero.
Todos fingían tener verdadero interés artístico, aunque en el fondo solo querían ser vistos. Parecer más cultos, chic o interesantes.
Era la artista de moda y mi agente decía que iba a ganar una fortuna. Y eso era lo que quería, lo que siempre soñé, ¿cierto?
Entonces, no comprendía por qué me sentía tan mal.
Me detuve frente a la pieza central. Una imagen en blanco y negro, sobredimensionada de esa mirada de hielo que tantas noches lloré.
Los ojos de Stephan se habían convertido en la pieza central de mi colección. Ocupaba toda una pared. No una fotografía común. Era una de esas tomas que había capturado en la cabaña, cuando aún creía que existía una posibilidad de que me amase. Cuando me permitía amarlo sin pensar en mañana.
Él me había enviado mi cámara con las tar