Milagros Gónzalez creyó comprar una casa en legítima ley con el primer dinero importante que ganó vendiendo algunas de sus obras, pero la casa no estaba abandonada, pertenecía a alguien y ahora vendrá a reclamarla.
Ler maisLa casa se encontraba totalmente llena de gente. El evento privado que Milagros había organizado junto a su mejor amiga y agente era todo un éxito. Habían contratado un dj que pasará un poco de música. El repertorio tocado variaba entre música house, chill y electrónico. Los labios pintados de rojo de la pintora se relamieron por sus ojos cuando sus ojos se posaron en un joven que no conocía.
Se encontraba entrando por el ventanal del parque con sus manos en los bolsillos y observaba el lugar con el ceño fruncido. Tras observar a su alrededor, sus miradas se cruzaron y él supo que seguro era la culpable de aquel evento. La chica con una sonrisa se acercó al joven. Debía ser una buena anfitriona con todos.
—¡Hola! ¿Qué tal? —Lo saludó, pero él no respondió—. ¿Has venido con algún invitado? —preguntó confundida.
—¡Bonita fiesta! —dijo con sarcasmo.
—Alan no empieces.
Escuchó Milagros una segunda voz de alguien que aparecía en su campo de visión, haciendo que girara a verlo.
—¿Eres la anfitriona? —inquirió con interés.
—¡Eh sí! —titubeó porque la situación le parecía surrealista—.
—¿Es tu casa? —preguntó señalando el inmueble.
—Hace poco adquirí la casa y estoy haciendo el estreno con amigos. ¿Son de la policía? ¿La música está alta?
—¡Ven aquí!
La tomó del brazo y la llevó directo a la cocina casi arrastrándola mientras ella intentaba zafarse.
—Suéltame, te dije. —Forcejeó y él la soltó—. ¿Qué demonios te pasa? ¿Quién eres?
—Él es mi hermano Logan, es abogado…
—Te pregunté a ti quien carajo eres —espetó, estaba perdiendo la poca paciencia que tenía.
—Soy Alan Müller, y ambos somos los dueños de esta casa.
—¿Qué? —expresó alarmada—. ¡No! Eso no puede ser posible, tengo los papeles que indican que soy la dueña.
—Lamento decirte que has sido víctima de una e****a. —Se acercó lo suficiente para que la chica pudiera ver sus ojos azules dilatados del enojo—. Esta casa era de mi abuelo materno, él falleció hace tres meses y por herencia le correspondería a mi madre, solo que ella murió hace tres años, en línea de sucesión nos corresponde a los dos —hablaba apretando los dientes, mientras Logan miraba la escena a unos pasos.
—Eso no puede ser cierto —exclamó la chica con los ojos anegados de lágrimas y la voz entrecortada.
—¿Qué sucede, Mili? —Se escuchó una voz femenina desde la puerta de la cocina—. ¿Está… todo bien? —interrogó pausadamente.
—No —respondió su amiga a punto de llorar.
—¿Qué pasó? —vio detenidamente a los dos rubios extraños que se encontraban con su mejor amiga—. ¿Y ustedes quiénes son?
—Los dueños de la casa —espetó el rubio de ojos celestes.
—Eso no puede ser —explicó con una sonrisa—. La dueña de la casa es ella, la compró hace diez días. Yo misma busqué el lugar a través de una inmobiliaria.
—Eso no puede ser cierto —gritó Alan.
—Te pido que bajes la voz, hay invitados y no tienen porque conocer temas internos.
—La casa de mi abuelo no estaba a la venta, jamás autorizamos ninguna venta.
—Probablemente no. —Sara se cruzó de brazos—. Porque no son los dueños, el dueño era un hombre grande que falleció y en su testamento decía que la casa debía ser vendida y el dinero donado.
—Sin herederos. —Carcajeó con ira en su voz—. Sí fuera así, nosotros que somos. —Señaló a su hermano y a él mismo—. Esta casa nos pertenece, no se porque se creen con el derecho de usurparla y hacer fiestas.
—¡Oye yo no usurpe nada! —declaró Milagros, mientras las lágrimas caían por sus mejillas.
—No me consta que la hayas comprado —retrucó Alan.
—Tengo todos los papeles en mi oficina. —Se secó las lágrimas pegadas debajo de los ojos corriendo su maquillaje.
—Muestrámelos —ordenó.
—Lamento interrumpir su amorosa conversación —comentó sarcástica Sara—. Pero estamos en medio de una fiesta de conocidos y amistades, no es momento de este tipo de pláticas.
—¿Y tú quién eres? —inquirió con desdén.
—Soy la mejor amiga de la mujer que estás haciendo llorar. —Se acercó al hombre desafiante—. Y no lo voy a permitir.
—No eres nadie —le respondió apretando los dientes.
Él hermano finalmente decidió intervenir.
—Creo que es suficiente, Alan. —Lo empujó suavemente hacia atrás tocando el pecho sobre la camisa de seda que llevaba puesta el hombre—. Dejemos que las chicas hagan su fiesta tranquilas y volvemos el lunes para solucionar este inconveniente —agregó con aplomo.
—¡Claro que no! —escupió casi en un grito—. Están deshonrando a nuestro abuelo, que clase de personas hacen una fiesta luego de…
—Personas que compran su casa y la hacen suya —comentó Sara interrumpiendo al hombre.
—Alan, mejor vamos. Regresamos el lunes. —Tomó del brazo a su hermano, intentando jalarlo fuera de la cocina para irse.
—No me iré a ningún lado. —Se zafó del agarre de Logan—. Me quedaré a revisar que la casa sea cuidada, tienen hasta medianoche para irse todos.
—¿Qué te crees que somos Cenicienta? —interrogó Milagros completamente molesta y angustiada.
—¿Quieres eso o que eche a todos ahora?
—¡Maldito arrogante! —masculló la joven con los puños cerrados.
—Es mi última palabra, a las doce quiero la casa desalojada o empezaré yo mismo a hacerlo, y no creo que quieras quedar mal con tus invitados —sentenció y salió de la habitación.
—¡Alan por favor! —El hermano lo siguió y antes de salir se disculpó con las chicas—. Realmente lo lamento, mi hermano es algo temperamental, trataré de convencerlo para irnos y regresar el lunes para hablar más tranquilos.
—¡Gracias! —musitó Milagros sorbiendo su nariz.
—Tranquila hermosa, lo arreglaremos. Ve a lavarte la cara y retoca el maquillaje.
—¿Qué voy a hacer dijo angustiada?
—Ya sabes que te he dicho ciento de veces que debes vivir el presente. —Secó unas lágrimas de su amiga—. Ahora concéntrate en la fiesta, luego veremos lo de la casa. Nadie va a quitarte tu templo.
—No quiero perderla, Sara.
—Lo sé, y no pasará.
—¿Qué sucede si fuimos presas de una e****a?
—Eso no puede ser posible, la persona que tenía el poder sobre la casa es abogado. No se arriesgaría con algo así y terminé perdiendo su lugar en el Colegio de abogados de Barcelona.
—¡Oye Mili! —Ingresó una joven de cabellos cortos animada a la cocina—. ¿Qué sucedió? —inquirió al ver a la chica en aquel estado.
—Un altercado con uno de los invitados, luego te explico —respondió Sara por Milagros que apenas podía hablar—. ¿Qué necesitabas?
—Más bebida, no encontré a uno solo de los asistentes.
—¡Demonios!, ven veamos que está pasando. —La tomó de la espalda para conducirla fuera de la cocina, antes de salir por completo Sara volteó y vio a su amiga—. ¿Estarás bien en lo que me ocupo de este tema? —La chica asintió—. Cualquier cosa me buscas. —Finalmente salió del lugar.
1 mes despuésMilagros ingresaba a la casa con Anton dormido en sus brazos, y detrás de ella su esposo Alan quien cargaba a Martina. La joven lo miró con amor y él le devolvió el gesto con una sonrisa, tras darle un beso en los labios decidió romper el silencio.—Iré por el equipaje en lo que acuestas a los mellizos.—No hace falta que vayas ahora, tenemos tiempo —acotó agotada dejándose caer sobre el sofá.—Tomará unos minutos, además debo cerrar el auto, lo dejé abierto.—¡De acuerdo! —expresó con cansancio en la voz.La joven vio cómo Aland dejaba la sala nuevamente hacia la salida y lo escuchaba cerrar la puerta detrás de sí. Quedó confundida creyendo que ingresaría con el equipaje, y cuando escuchó chirriar las ruedas del auto se preocupó aún más. Su miedo al abandono seguía estando presente, aunque intentara con todas sus fuerzas alejarlos. Sin duda retomaría terapia para poder seguir avanzando en su vida. Rememorar lo que había vivido en los últimos siete meses la llena
El ambiente se había tornado tenso alrededor de la pareja, Alan estaba incomodó por el silencio de ella, y los presentes estaban expectantes por una respuesta. Sara se preocupó por la tardanza de su amiga desde el lugar donde estaba y volteó a ver a Logan quien tenía el ceño profundo claramente confundido. Milagros no paraba de pestañear aturdida por la propuesta que acababan de hacerle. Solo pasaron unos segundos, pero su mente se llenó de tantos cuestionamientos que le fue imposible emitir una palabra con rapidez. Cerró los ojos respirando profundo y decidió abandonar su mente para guiarse por su corazón. Alan estaba por levantarse cuando ella emitió su primera palabra.—¡Sí! —indicó y pestañeó emocionada—. Sí, sí quiero casarme contigo.Alan se acercó con una gran sonrisa en los labios y la abrazó con intensidad. Mientras que Sara y Logan vitoreaban y se acercaban también junto a los mellizos para felicitar a la pareja. Luego de las felicitaciones ingresaron a la casa, los bebés pa
Cuando ambos estuvieron solos nuevamente, Milagros le pidió que acostara a los pequeños en sus moises. Y cuando el hombre regresó a la cama se abalanzó sobre ella y comenzó a hacerle cosquillas por todo el cuerpo, especialmente en la cintura dónde ella más tenía. Después de tantos meses, el arquitecto no se había olvidado de aquel detalle. No se detuvo hasta que ella le pidió por favor que se detuviera. Alan se detuvo de a poco hasta que las cosquillas se volvieron caricias sobre el cuerpo de la pintora.Un rápido movimiento de Alan hizo que ella quedara entre sus brazos, la joven suspiró un tanto ahogada, lo que provocó que él quisiera saber que le sucedía.—¿Qué pasa Mili? —le susurró al oído.—Es que pensaba en la decisión que tomamos —respondió ella.—¿A qué te refieres? —Bajó la mirada para verla a los ojos—. ¿Te estás arrepintiendo?—No, no es eso. —Revoleó los ojos angustiada—. Es que de por sí las relaciones son complicadas cuando ambos viven en el mismo lugar, no puedo imagin
El parto duró poco más de una hora. Los mellizos nacieron sanos, aunque bajos de peso por no cumplir con el tiempo necesario de gestación. Martina nació con un kilo setecientos y Anton con un kilo ochocientos. Afortunadamente los papás pudieron llevarlos a casa cuando le dieron el alta al día siguiente. Estaban acompañados por Sara y Logan quien ayudó a la pareja a llegar hasta la casa.Milagros se sintió agotada y fue directo a acostarse a su habitación, dónde tenía los dos moisés para acostar a los bebés.—Acuesta a Anton a mi lado —solicitó la joven adormilada.—Estás cansada, es mejor que descanses un poco, cariño —acostó al bebe en el moisés y caminó hacia la cama—. Dame a Martina que la acostaré también.—No, quiero tenerlos conmigo —protestó.—Tienes toda la vida para tenerlos, y a ellos no le sirve una mamá a medias. —Milagros accedió.—Querrán comer, ¿y si no los escuchó?—Los monitores están dormidos, me llevaré uno a la cocina, si no los escuchas, te vendré a despertar.—¿D
—Sí —dijeron al unísono.—Por aquí tenemos una niña —espetó la doctora y Milagros volteó emocionada hacia Alan quien la sujetó de la mano—. Y el otro bebe, es un varón. —La mujer revoleó los ojos volteando a ver a los padres—. Sí se están dejando ver bien, son mellizos de distinto sexo.—¿En serio? —inquirió Milagros feliz y vio de vuelta a Alan—. tendremos un niño y una niña.—Así es —espetó él complacido y le dio un beso en la frente que ella no esperaba, pero se sintió contenida.—Felicidades papis, todo se encuentra en los parámetros aceptados, así que puedo asegurar que son niños muy sanos.—¡Gracias! —espetó emocionada la joven.—Gracias doctora —acotó Alan.—Ahora debes prepararte para la ecografía 4D, no tengo el aparato aquí. —La mujer se sentó frente a su escritorio—. Te daré el turno para la próxima cita de control en quince días.—Muy bien.—Y nos vamos a hacer la ecografía.Alan tomó la orden de la doctora para guardarla en la carpeta que llevaba Milagros, mientras ella s
—¿Qué haces? —espetó esquivando la boca de Alan quien pestañeó aturdido por su reacción—. Creo que es mejor que te vayas, iba a invitarte un café, pero no quiero que te confundas.—Yo no estoy confundido, Mili. Sé lo que quiero, y eso eres tú.—Pero yo te dije que no volveríamos, Alan. —Arqueó una ceja—. Solo estamos en contacto por nuestros bebes —espetó tocándose el vientre.—No entiendo porque eres así.—¿Así cómo?—Tan cambiante, creí que estaba todo bien con nosotros, luego del paseo. Incluso bromeamos con el guía sobre nosotros.—Fue cordialidad, no podía quedar mal, ni tampoco tenía porqué saber sobre nuestra intimidad. No volveré a verlo más. —Se encogió de hombros.—¿Qué tengo que hacer para que me perdones del todo y podamos estar juntos?—Dejarme sola y respetar mis tiempos.—¿Eso quiere decir que sientes cosas aún por mí?—Eso quiere decir que necesito tiempo, Alan —respondió con firmeza—. Ahora necesito descansar, el paseo me agotó. Así que, supongo que estaremos en conta
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