Solos en Casa
Solos en Casa
Por: Nanda Manell
Capítulo 1

La casa se encontraba totalmente llena de gente. El evento privado que Milagros había organizado junto a su mejor amiga y agente era todo un éxito. Habían contratado un dj que pasará un poco de música. El repertorio tocado variaba entre música house, chill y electrónico. Los labios pintados de rojo de la pintora se relamieron por sus ojos cuando sus ojos se posaron en un joven que no conocía.

Se encontraba entrando por el ventanal del parque con sus manos en los bolsillos y observaba el lugar con el ceño fruncido. Tras observar a su alrededor, sus miradas se cruzaron y él supo que seguro era la culpable de aquel evento. La chica con una sonrisa se acercó al joven. Debía ser una buena anfitriona con todos.

—¡Hola! ¿Qué tal? —Lo saludó, pero él no respondió—. ¿Has venido con algún invitado? —preguntó confundida.

—¡Bonita fiesta! —dijo con sarcasmo.

—Alan no empieces.

Escuchó Milagros una segunda voz de alguien que aparecía en su campo de visión, haciendo que girara a verlo.

—¿Eres la anfitriona? —inquirió con interés.

—¡Eh sí! —titubeó porque la situación le parecía surrealista—.

—¿Es tu casa? —preguntó señalando el inmueble.

—Hace poco adquirí la casa y estoy haciendo el estreno con amigos. ¿Son de la policía? ¿La música está alta?

—¡Ven aquí!

La tomó del brazo y la llevó directo a la cocina casi arrastrándola mientras ella intentaba zafarse.

—Suéltame, te dije. —Forcejeó y él la soltó—. ¿Qué demonios te pasa? ¿Quién eres?

—Él es mi hermano Logan, es abogado…

—Te pregunté a ti quien carajo eres —espetó, estaba perdiendo la poca paciencia que tenía.

—Soy Alan Müller, y ambos somos los dueños de esta casa.

—¿Qué? —expresó alarmada—. ¡No! Eso no puede ser posible, tengo los papeles que indican que soy la dueña.

—Lamento decirte que has sido víctima de una e****a. —Se acercó lo suficiente para que la chica pudiera ver sus ojos azules dilatados del enojo—. Esta casa era de mi abuelo materno, él falleció hace tres meses y por herencia le correspondería a mi madre, solo que ella murió hace tres años, en línea de sucesión nos corresponde a los dos —hablaba apretando los dientes, mientras Logan miraba la escena a unos pasos.

—Eso no puede ser cierto —exclamó la chica con los ojos anegados de lágrimas y la voz entrecortada.

—¿Qué sucede, Mili? —Se escuchó una voz femenina desde la puerta de la cocina—. ¿Está… todo bien? —interrogó pausadamente.

—No —respondió su amiga a punto de llorar.

—¿Qué pasó? —vio detenidamente a los dos rubios extraños que se encontraban con su mejor amiga—. ¿Y ustedes quiénes son?

—Los dueños de la casa —espetó el rubio de ojos celestes.

—Eso no puede ser —explicó con una sonrisa—. La dueña de la casa es ella, la compró hace diez días. Yo misma busqué el lugar a través de una inmobiliaria.

—Eso no puede ser cierto —gritó Alan.

—Te pido que bajes la voz, hay invitados y no tienen porque conocer temas internos.

—La casa de mi abuelo no estaba a la venta, jamás autorizamos ninguna venta.

—Probablemente no. —Sara se cruzó de brazos—. Porque no son los dueños, el dueño era un hombre grande que falleció y en su testamento decía que la casa debía ser vendida y el dinero donado.

—Sin herederos. —Carcajeó con ira en su voz—. Sí fuera así, nosotros que somos. —Señaló a su hermano y a él mismo—. Esta casa nos pertenece, no se porque se creen con el derecho de usurparla y hacer fiestas.

—¡Oye yo no usurpe nada! —declaró Milagros, mientras las lágrimas caían por sus mejillas.

—No me consta que la hayas comprado —retrucó Alan.

—Tengo todos los papeles en mi oficina. —Se secó las lágrimas pegadas debajo de los ojos corriendo su maquillaje.

—Muestrámelos —ordenó.

—Lamento interrumpir su amorosa conversación —comentó sarcástica Sara—. Pero estamos en medio de una fiesta de conocidos y amistades, no es momento de este tipo de pláticas.

—¿Y tú quién eres? —inquirió con desdén.

—Soy la mejor amiga de la mujer que estás haciendo llorar. —Se acercó al hombre desafiante—. Y no lo voy a permitir.

—No eres nadie —le respondió apretando los dientes.

Él hermano finalmente decidió intervenir.

—Creo que es suficiente, Alan. —Lo empujó suavemente hacia atrás tocando el pecho sobre la camisa de seda que llevaba puesta el hombre—. Dejemos que las chicas hagan su fiesta tranquilas y volvemos el lunes para solucionar este inconveniente —agregó con aplomo.

—¡Claro que no! —escupió casi en un grito—. Están deshonrando a nuestro abuelo, que clase de personas hacen una fiesta luego de…

—Personas que compran su casa y la hacen suya —comentó Sara interrumpiendo al hombre.

—Alan, mejor vamos. Regresamos el lunes. —Tomó del brazo a su hermano, intentando jalarlo fuera de la cocina para irse.

—No me iré a ningún lado. —Se zafó del agarre de Logan—. Me quedaré a revisar que la casa sea cuidada, tienen hasta medianoche para irse todos.

—¿Qué te crees que somos Cenicienta? —interrogó Milagros completamente molesta y angustiada.

—¿Quieres eso o que eche a todos ahora?

—¡Maldito arrogante! —masculló la joven con los puños cerrados.

—Es mi última palabra, a las doce quiero la casa desalojada o empezaré yo mismo a hacerlo, y no creo que quieras quedar mal con tus invitados —sentenció y salió de la habitación.

—¡Alan por favor! —El hermano lo siguió y antes de salir se disculpó con las chicas—. Realmente lo lamento, mi hermano es algo temperamental, trataré de convencerlo para irnos y regresar el lunes para hablar más tranquilos.

—¡Gracias! —musitó Milagros sorbiendo su nariz.

—Tranquila hermosa, lo arreglaremos. Ve a lavarte la cara y retoca el maquillaje.

—¿Qué voy a hacer dijo angustiada?

—Ya sabes que te he dicho ciento de veces que debes vivir el presente. —Secó unas lágrimas de su amiga—. Ahora concéntrate en la fiesta, luego veremos lo de la casa. Nadie va a quitarte tu templo.

—No quiero perderla, Sara.

—Lo sé, y no pasará.

—¿Qué sucede si fuimos presas de una e****a?

—Eso no puede ser posible, la persona que tenía el poder sobre la casa es abogado. No se arriesgaría con algo así y terminé perdiendo su lugar en el Colegio de abogados de Barcelona.

—¡Oye Mili! —Ingresó una joven de cabellos cortos animada a la cocina—. ¿Qué sucedió? —inquirió al ver a la chica en aquel estado.

—Un altercado con uno de los invitados, luego te explico —respondió Sara por Milagros que apenas podía hablar—. ¿Qué necesitabas?

—Más bebida, no encontré a uno solo de los asistentes.

—¡Demonios!, ven veamos que está pasando. —La tomó de la espalda para conducirla fuera de la cocina, antes de salir por completo Sara volteó y vio a su amiga—. ¿Estarás bien en lo que me ocupo de este tema? —La chica asintió—. Cualquier cosa me buscas. —Finalmente salió del lugar.

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