El parto duró poco más de una hora. Los mellizos nacieron sanos, aunque bajos de peso por no cumplir con el tiempo necesario de gestación. Martina nació con un kilo setecientos y Anton con un kilo ochocientos. Afortunadamente los papás pudieron llevarlos a casa cuando le dieron el alta al día siguiente. Estaban acompañados por Sara y Logan quien ayudó a la pareja a llegar hasta la casa.
Milagros se sintió agotada y fue directo a acostarse a su habitación, dónde tenía los dos moisés para acostar a los bebés.
—Acuesta a Anton a mi lado —solicitó la joven adormilada.
—Estás cansada, es mejor que descanses un poco, cariño —acostó al bebe en el moisés y caminó hacia la cama—. Dame a Martina que la acostaré también.
—No, quiero tenerlos conmigo —protestó.
—Tienes toda la vida para tenerlos, y a ellos no le sirve una mamá a medias. —Milagros accedió.
—Querrán comer, ¿y si no los escuchó?
—Los monitores están dormidos, me llevaré uno a la cocina, si no los escuchas, te vendré a despertar.
—¿D