William Hudson es un reconocido CEO con una vida llena perfección. Se ha ganado a pulso cariño todo mundo, sus empleados lo adoran, la prensa lo idolatra, tiene una prometida buena familia con la que piensa casarse, pero todo cambia cuando su madre le da una terrible noticia. Ella se está muriendo y su última voluntad es conocer a su nieto. Cuando su prometida se niega a ser madre, Will decide buscar un vientre de alquiler. Le concederá ese capricho a su madre sin importar lo que cueste. Kathleen lleva cinco años trabajando como empleada de intendencia para la empresa Hudson, el mismo tiempo que lleva enamorada de su perfecto e inaccesible jefe. Todo cambia en su vida la mañana en que la descubre llorando en su despacho porque el banco está a punto de embargarles la casa y no sabe cómo solucionarlo. Una propuesta fuera de lugar. Un contrato y un embarazo, cambiarán la vida de Will y Kath para siempre. ¿Podrá el amor alzarse vencedor sin importar las clases sociales? ¿Dejará Will a su perfecta prometida por una mujer sin recursos? ¿Podrá la Cenicienta cautivar a su príncipe, o por el contrario, el amor no lo podrá todo?
Leer más«No me queda mucho tiempo y quisiera conocer a mi nieto antes de morir».
Enterarse de que su madre estaba enferma y de que tenía un tumor en el cerebro que era inoperable, había dejado a William en shock.
Llevaba dos horas sentado en la barra de un bar con la intención de ahogar en cada trago la nefasta noticia, pero a su mente llegaba la conversación una y otra vez.
—No puede ser —le dijo y negó con la cabeza, pero su madre comenzó a mostrarle informes médicos.
—No hay nada que hacer, hijo. Nunca tuve síntomas, todo ocurrió de repente.
—¡¿De repente?! —gritó y se arrepintió al instante—. Lo siento, madre, pero me niego a creer que no se pueda hacer nada. Iremos a los mejores doctores, te llevaré…
—El dinero no siempre compra la vida, Will. Antes de darte la noticia me aseguré de ver todas las posibilidades, no hay solución.
Odió ver la aceptación de su madre, desde que su padre había fallecido dos años atrás, no había vuelto a ser la misma. Parecía como si aquella noticia no le causara dolor, era como si saber su destino la aliviara.
—Madre, yo puedo…
Ella sonrió y le acarició la mejilla como cuando era un niño.
—Contra mi enfermedad no puedes hacer nada, pero sí podrías hacer algo por mí. Quisiera que cumplieras mi última voluntad.
William tragó el nudo atorado en la garganta. No recordaba la última vez había llorado o si alguna vez lo había hecho. Su padre siempre lo educó con mano dura, pero aquello lo estaba superando.
—Lo que sea, es tuyo —asintió sin esperarse lo que ella le iba a pedir.
—No me queda mucho tiempo y quisiera conocer a mi nieto antes de morir.
William apuró lo que quedaba de su bebida, pagó y salió del local sin que el alcohol hubiera hecho mella en su cuerpo.
«Tengo que hacerlo», pensó. Hablaría con Shirley, llevaban cinco años de relación, le había propuesto vivir juntos seis meses atrás porque pensaba formalizar el compromiso, pero no quería dar el paso hasta saber cómo sería la convivencia. Después de ese medio año, llegó a la conclusión de que era el momento y le pidió matrimonio a su novia.
Por ese motivo había visitado a su madre, deseaba contarle las noticias, pero nunca esperó que el sorprendido fuese él.
Mientras se dirigía hacia su casa, reflexionaba en cómo se lo diría a su novia. Nunca habían mencionado el tema de tener hijos. Tenía treinta años y hasta el momento no se sentía preparado.
Eran casi las once de la noche cuando llegó a su casa. Al abrir la puerta lo recibió el rostro enfurecido de Shirley. Tenía las manos en la cintura y gesticulaba mostrándole el teléfono.
—¡Te llamé cuarenta veces! ¡¿Dónde se supone que estabas metido, William?!
Intentó contestar, pero cuando su novia estaba en ese estado, era mejor dejarla soltar sus celos incontrolables.
Ella era una mujer preciosa, a Will le encantaba, sentía que ese deseo que siempre lo envolvía cuando estaba a su lado era amor. Tal vez el único defecto que le podía atribuir es que era celosa en exceso.
—Hoy no, Shirley. No estoy para tus escenas en este momento —se quejó, e intentó apartarla cuando ella se acercó como una fiera y comenzó a revisarle si tenía marcas de pintalabios en el cuello de su camisa.
—Hueles a perfume de mujer, has estado con una zorra, ¿no? —murmuró, con los labios temblando y los ojos humedecidos.
—Siéntate, tenemos que hablar.
Su actitud seria provocó que ella lo mirara sorprendida. Will siempre la trataba con cariño y ni sus escenas fuera de lugar conseguían que él le hablara en ese tono, pero en aquel momento su paciencia estaba agotada.
—Will, cariño, ¿qué ocurre? —dijo con preocupación y lo siguió hasta el sofá.
Ambos se sentaron y antes de hablar cerró un momento los ojos para ordenar sus pensamientos.
—Mi madre se está muriendo —soltó sin más preámbulos.
La reacción de su novia no fue lo que esperó. Frunció los labios como si algo la molestara para después hablar:
—¿Eso quiere decir que tendremos que retrasar la boda? Will, llevo esperando cinco años que me pidas matrimonio, me prometiste que nos casaríamos pronto.
—Te acabo de decir que mi madre se está muriendo y ¿eso es lo que te preocupa?
Shirley se llevó la mano a los labios como si estuviera muy afectada. Después lo abrazó hasta provocar que tuviera que apoyar la espalda en el respaldo del sofá y sentarla sobre sus piernas.
—Lo siento, mi amor, he sido tan desconsiderada. Estoy en shock, no puedo creer la noticia.
—Ella me ha pedido que le cumpla una última voluntad, cariño —susurró junto a su oído mientras se rendía a las caricias relajantes que Shirley le obsequiaba sobre sus hombros.
Subyugado por sus atenciones comenzó a perder la tensión que hasta el momento habían tenido sus músculos.
—Imagino que le dijiste que íbamos a casarnos y quiere que se celebre cuanto antes para estar presente. Así es la buena de Elena, siempre pensando en los demás antes que en sí misma. No te preocupes, me ocuparé de acelerarlo, contrataré a la mejor planificadora de bodas para que organice todo en el menor tiempo posible.
Will le agarró las manos y las separó de sus hombros para obligarla a que lo mirara.
—No es eso, no llegué a contarle de nuestro compromiso, pero eso ahora es lo de menos.
—¡¿Lo de menos?! ¿Cómo puedes decir eso?
William la observó por unos segundos e intentó justificar su actitud. Su madre y ella se llevaban muy bien, tal vez estaba tan afectada por la noticia que no sabía cómo reaccionar.
—Mi madre quiere conocer a su nieto antes de morir, sé que no hemos hablado de tener hijos, pero si vamos a casarnos tarde o temprano es algo que ocurrirá, solo debemos adelantarlo.
Shirley se levantó de un salto de su regazo y lo miró, retadora.
—Ni lo sueñes, Will. Tengo veintisiete años, no pienso estropear mi figura. Si ahora que luzco así, debo estar detrás de ti para que no me vayas engañando con la primera que se te cruza, imagina cuando todo esto se caiga —dijo, recorriendo su cuerpo con las manos.
Amaba a Shirley, estaba seguro. A pesar de ser tan superficial y celosa, era una buena mujer. En cualquier otro momento, habría aceptado sus condiciones con tal de hacerla feliz, pero había dado su palabra y no estaba dispuesto a incumplirla.
—Entonces, si no eres tú, lo será otra —siseó con enfado ante la mirada estupefacta de ella.
—¿Quieres aban-abandonarme? —tartamudeó y comenzó a llorar—. Eres tan inhumano.
Will sabía cómo iba a terminar esa conversación. Por ese motivo había pasado horas en el bar antes de enfrentarla, pero anticipándose a su respuesta creyó haber dado con una solución.
—No voy a dejarte, pero voy a cumplir la última voluntad de mi madre. Alquilaremos un vientre, buscaré a una mujer que quiera prestar su cuerpo a esta locura.
Sin dejarle responder, William se levantó del sofá y se marchó a una de las habitaciones de invitados. Esa noche dormiría solo porque no quería que ella lo convenciera de cambiar de opinión con sus artimañas sexuales.
Al día siguiente, sin falta, comenzaría a buscar a la mujer que llevaría a su hijo. Le pagaría lo que fuese necesario.
Cinco años después…Kathleen observó a sus gemelas de casi seis, Sofia y Abigail, caminar por el pasillo de la iglesia mientras llevaban los anillos.Tras ellas, sus otras dos gemelas de casi cuatro años, Emma y Mia, seguían a sus hermanas lanzando pétalos de flores en las cabezas de los invitados en lugar de en el suelo.Kath se frotó el vientre, de nuevo estaba embarazada, se había hecho la prueba esa mañana y había salido positiva.Todavía no le había dicho nada a su marido, pero Will, que estaba a su lado, observó ese gesto involuntario y alzó una ceja.—¿Me ocultas algo, esposa? —La miró con intensidad y esperó a que le respondiera.—Nada, solo que estoy nerviosa, hoy se casa mi mejor amiga y no aparece. ¿Crees que Clarisse dejará plantado en el altar a Raimon? Se ve tan nervioso el pobre.A William le había costado perdonar a Clarisse, pero con el tiempo logró comprender que su amiga nunca pensó que iba a ocurrirle algo tan terrible.Pero incluso, de lo malo sucedió algo bueno.
—Asegurarse de que está muerto —ordenó en cuanto llegó junto a los guardias—. Avisen a la policía y si quieren a un culpable, fui yo el que disparé. Mis hijas están desaparecidas y mi esposa necesita llegar a un hospital.William entró en el coche con Kathleen en sus brazos.Benjamín comenzó a dar órdenes y los guardias corrieron a cumplirlas.—Yo organizaré la búsqueda, enviaré a uno de mis hombres con usted al hospital, quédese junto a su esposa. Confíe en mí, no le fallaré de nuevo.—Ni lo sueñes —gruñó—. Da aviso para que envíen escoltas para mi esposa y que nadie entre o salga de la habitación que no sea del personal médico. Quiero que cuando despierte lo primero que vea sea a sus hijas.Cerró la puerta del coche y lo dejó con la palabra en la boca.Cuando llegaron al hospital y los médicos comenzaron a atenderla, Will deseó quedarse allí con ella, pero sus hijas estaban desaparecidas y le había prometido recuperarlas.—Confíe en Benjamín, señor Hudson, las encontrará —le dijo un
William no lo pensó dos veces, en cuanto tuvieron las localizaciones de las propiedades estuvo dispuesto a salir.—Señor Hudson, lo mejor es que se quede y nos deje hacer nuestro trabajo. Vamos a tener que dividirnos para poder registrar las casas, no podemos arriesgarnos, el factor sorpresa es con lo que contamos —le dijo Benjamín.—Sí, señor Hudson —dijo otro de los hombres—. Si no registramos todas las casas ahora mismo y ella está en alguna, corremos el riego de que se la lleve a otro lugar.—No pienso quedarme, dame un arma —ordenó y el guardia emitió un suspiro—. Lo acaban de decir, hay que registrar todas y necesitan toda la ayuda posible.Nada lo haría cambiar de opinión y Benjamín lo sabía.—Entonces vaya con la policía a registrar las otras propiedades, nosotros iremos a la que se encuentra en el bosque. No sabemos si está armado, si es solo su hermano o tiene más hombres con él. ¿Acaso quiere recuperar a su esposa, pero morir usted?—No me harás cambiar de opinión, iré con
Kathleen luchó contra el efecto del medicamento, pero era casi imposible.Todavía estaba consciente cuando escuchó a James llevarse a sus hijas y salir del sótano.Intentó abrir los párpados, pero sentía todo el cuerpo pesado.«No puedo rendirme», pensó, pero era más fácil pensarlo que llevarlo a cabo.Intentó levantarse una y otra vez, pero la cabeza le daba vueltas y sentía la visión borrosa.Le pareció escuchar el sonido de un auto, quizá era su imaginación que la engañaba, pero si estaba en lo correcto James acababa de irse.Si había agarrado el coche es que no pensaba matar a sus hijas, iba a entregarlas.Debía aprovechar que no estaba atada para escaparse.No sabía hacia dónde, pero su única oportunidad era dar con alguien y explicarle lo ocurrido para que la ayudara.Con un nuevo impulso logró alzar la mitad del cuerpo.Con las manos colocadas en el suelo se mantuvo en esa postura.Parpadeó varias veces para intentar aclarar la visión.Estaba casi desnuda, con las piernas ensan
Había transcurrido más de una semana sin saber de su esposa.William estaba desesperado.—Debe dormir, señor Hudson —le dijo Benjamín—. Si se queda sin fuerzas cómo podrá estar bien en el momento en el que la encontremos.Quería tener la misma esperanza que Benjamín, entre los dos habían buscado sin descanso.La policía solo comenzó a hacer su trabajo más de veinticuatro horas después, cuando le presentaron suficientes pruebas de que la marcha de Kathleen no había sido voluntaria.Tenían los teléfonos intervenidos por si llamaban para pedir un rescate, pero nada de eso había ocurrido.Y su hermano seguía sin dar señales de vida desde que Kathleen desapareciera.Era el primer sospechoso, pero nadie sabía dónde estaba metido.Su rostro había salido en todas las noticias, estaba en búsqueda y captura, pero hasta el momento nada.Por más que la policía indagó en todas sus propiedades, no había rastro de su esposa.—No quiero perder la esperanza, Benjamín, pero cada hora que pasa es peor,
Aquello tenía que ser una pesadilla, no podía ser real lo que le estaba ocurriendo.Kathleen se encontraba dando a luz en mitad de un sótano mugriento, en el suelo sucio, con el cadáver de una mujer a su lado y James había salido corriendo hacia la parte superior de la casa.Intentó levantarse, pero una nueva contracción la hizo dar un grito.Cada vez eran más seguidas y sentía la presión de los bebés en su bajo vientre.—Uf, uf, uf, vamos Kath —se dijo a sí misma mientras miraba al techo—, antes las mujeres no necesitaban un hospital para traer a sus hijos al mundo.Sentía tanto dolor, mezclado con el miedo y los nervios que le entró una risa nerviosa.«Voy a traer a mis hijos al mundo mientras estoy secuestrada por un loco y con un cadáver como espectador». En ese momento, James bajó, traía una manta y varias cosas más en las manos, pero Kath no quiso continuar mirándolo.No quería ver lo que ese loco había dispuesto para ella.—Te escuché reír, amor —le dijo en cuanto llegó a su l
Último capítulo