Entré a la sala de cine arrastrando una culpa extraña que no supe ubicar. No sabía si era por Fabián, por mí, por lo que no fue… o por lo que sí fue y me dejó vuelta nada. Me senté junto a Diana, Mathias a mi otro lado, y traté de concentrarme en la película.
Pero era difícil. Muy difícil.
La cabeza me daba vueltas. Las imágenes de Fabián caminando junto a Verónica aún me martillaban en el pecho. Esa escena en el centro comercial no me la iba a sacar fácil… Verónica tomando su brazo, como si fueran felices, como si no hubiéramos existido. Como si yo no hubiera llorado cada noche desde que se fue.
Pero no iba a detenerme. Ya no.
Me aferré a la idea de seguir como si nada. Fingir. Fingir que no dolía. Que ya no dolía. Que él no me importaba. Y al menos por esta noche, la idea me funcionó.
Después de la película, vinieron más fotos. Más rumores. Más titulares de farándula estúpida.
**“¡Ana Gutiérrez y Mathias de la Torre, más juntos que nunca!”**
**“La nueva pareja dorada de los negocios