A veces, el amor surge donde menos lo esperamos. Lina siempre se ha sentido invisible. Alta, con sobrepeso y una sonrisa tímida, ha sido el blanco de las burlas durante años. Pero cuando el chico más guapo y popular del instituto, Derian, comienza a mostrarle una atención inesperada, Lina no puede evitar dudar de sus intenciones. Después de todo, él siempre fue su enemigo, alguien que la ridiculizaba sin piedad. Pero el destino tiene otros planes. Tras un giro inesperado, los dos se ven obligados a pasar más tiempo juntos, y lo que comienza como una amistad, termina en una relación marcada.
Leer másLina
Soy Lina, tengo 20 años y estudio Francés en una escuela privada. Mis padres tienen una economía moderada, pero se esfuerzan por ayudarme a pagar la colegiatura. Hoy es mi primer día en esta nueva escuela y estoy completamente nerviosa por lo que pueda suceder. Sin embargo, tengo el presentimiento de que todo saldrá bien… aunque eso pensaba yo. —Hija, aquí está tu almuerzo, no se te olvide.— dice mi madre mientras me lo pasa. —Ah, claro, mamá, ya lo guardo.— respondo, aunque aún con la cabeza llena de nervios. Mi madre siempre ha sido muy cariñosa conmigo. Se preocupa por mí como solo lo hacen las madres, aunque, claro, también es porque soy su hija. —Lina, no te olvides de pasar por la casa de tu tío Ronald a recoger su herramienta.— me recuerda mi padre desde la sala. —No, papá, no se me olvida.— le respondo con un suspiro mientras giro los ojos. Mi padre tiene una forma peculiar de tratarme, a veces parece que me ve como si fuera su mensajera o incluso un niño. —¡Adiós, ya me voy!— grito mientras me dirijo a la puerta. Camino hacia la escuela, disfrutando del buen clima. El cielo está despejado, no hace calor y el aire es fresco. Cuando llego a la parada del camión, pago con mi tarjeta de estudiante y me siento en un asiento vacío. Me gusta mirar por la ventana durante el trayecto, aunque nunca logro recordar las calles. Al llegar a mi destino, bajo del camión y, al ver la escuela, siento una mezcla de emoción y nervios. Respiro hondo y me acerco al aula. Al llegar a mi casillero, noto que hay un chico alto recargado en él. Me detengo y, aclarando mi garganta, le hablo. —¿Disculpa, podrías moverte un poco? Estás bloqueando mi casillero.— le digo con un tono cortés. Él se gira y me mira. Es guapo, con ojos grises como la luna, y su cabello es de un color cenizo que me parece fascinante. Sin embargo, inesperadamente se ríe con burla. —Vaya, ¿desde cuándo las enanas gordas pueden hablar conmigo?— me dice, su tono mordaz perfora el aire. Me quedo paralizada. Algo que no les he contado es que mido 1.50 cm y tengo algunos kilos de más. Su comentario me dolió más de lo que esperaba. No puedo creer que alguien hable así a una persona que acaba de conocer. —¿Qué?— intento contestar, aunque las palabras se me atascan en la garganta. Alrededor, algunos chicos comienzan a reírse, y el dolor en mi pecho se intensifica. —Vamos, Derian, no seas tan duro. Parece nueva.— dice uno de los chicos. —Joder, una nueva más en el salón. Y huele a cerdo.— exclama Derian, seguido de una risa cruel. Mi cuerpo se paraliza aún más, sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Nunca había experimentado este tipo de dolor. —Derian, ¿ya encontraste a tu nuevo juguete?— dice una chica con un cuerpo perfecto y un rostro bonito, mientras se acerca a él y lo abraza, mirándome con ojos llenos de juicio. —Suéltame, no me gusta que me toquen.— responde Derian de manera tajante, apartando a la chica. Me vuelvo, abro mi casillero y guardo mis pertenencias rápidamente. Solo dejo mi libreta, lapicera y algo de dinero. Me acerco a un asiento vacío y trato de sentarme, pero, antes de hacerlo, Derian pone su pie en el escritorio de la butaca. —¿A dónde vas, cerdita? Este es mi lugar.— su voz es un veneno que me cala hasta los huesos. El dolor en mi pecho se intensifica, pero decido no dejarme intimidar. Busco otro asiento, uno junto a la ventana. Tomo mis cosas y me voy hacia allí, mientras escucho las carcajadas de Derian resonando en la habitación. Me siento y me preparo para lo que será mi primer día de clases. En ese momento, entra el profesor. —Buenos días, chicos. Mi nombre es Kevin Grey y seré su profesor de Francés.— dice con una voz suave y amigable, lo que me da algo de tranquilidad. De repente, Derian se levanta y dice con aires de superioridad: —Soy Derian Hill, pero ya todos me conocen.— todos ríen y asienten con su comentario. Yo, por supuesto, no. Luego se levanta la chica de antes. —Soy Helen Ruiz, de México.— dice con una sonrisa, mostrando orgullo por su origen. Si no me hubiera mirado con esos ojos de juicio antes, tal vez habría aplaudido su presentación. —Yo soy Dan Hill, hermano de Derian.— agrega, recibiendo un aplauso general. Poco a poco, todos se presentan. Mis nervios están a flor de piel. Cuando finalmente me toca, siento que todos los ojos están sobre mí, especialmente los de Derian, quien no deja de hacerme sentir incómoda. —Mi nombre es Lina Smith. Soy de las afueras de la ciudad, pero me mudé aquí recientemente.— digo, sintiendo cómo el grupo de Derian estalla en risas. —Bueno, basta de presentaciones, vamos a ver qué tanto saben de Francés.— interrumpe el profesor con una sonrisa. —Yo soy el más avanzado, por supuesto.— anuncia Derian, queriendo llamar la atención. El profesor me mira y sonríe. —Tú, pequeña Lina, ¿verdad? ¿Cuánto sabes de Francés?— me pregunta con dulzura. —La verdad es que estoy comenzando. No soy muy buena.— respondo, sintiendo cómo las risas se intensifican a mi alrededor. —Se nota, una pueblerina nunca podría hablar Francés.— se escucha la voz burlona de Derian. —¡BASTA, DERIAN!— exclama el profesor, levantando la voz. —No permitiré que hagan bullying en mi aula. Aunque me siento herida, también me siento protegida por el profesor. —Sigamos con la clase.— dice el profesor, dando fin al incidente. Las horas pasan y, al terminar la clase, recojo mis cosas. De repente, siento un empujón en la espalda. —¡Tú, cerdita! ¡Por tu culpa me llamaron la atención!— grita Derian, con odio en sus ojos. —Y-yo no hice nada.— trato de defenderme, aunque mis nervios están al límite. —¡Sí lo hiciste, m*****a!— grita de nuevo, con furia. Antes de que pueda reaccionar, veo cómo Derian arroja mis útiles por la ventana. —Ese será tu castigo, cerdita.— me dice, mientras observa con satisfacción cómo caen mis cosas al suelo.PUNTO DE VISTA DE DAN: El sonido de mis pasos en el pasillo del hospital era seco, firme, rabioso. Cada vez que recordaba la expresión de Lina —su cara golpeada, su voz quebrada— una punzada me recorría el pecho. No por dolor. No por amor. Sino por orgullo herido. Ese maldito, disfrazado de doctor, cirujano o lo que sea....... Apreté los dientes. ¿Quién se creía que era ese tal Liam? Nadie jugaba conmigo. Nadie. Y mucho menos alguien del pasado que creí enterrado. Saqué mi teléfono al llegar al auto. Mis dedos marcaron un número que jamás pensé volver a usar. Él respondió al segundo pitido. —¿Lo encontraste? —pregunté sin saludar. —Está moviéndose rápido, señor. Pero no lo hemos perdido de vista. —Más te vale. No quiero que lo vigiles… quiero que me digas dónde va, con quién habla, qué respira. Y si se atreve a acercarse otra vez a Lina, no me importa si estás en medio de un hospital: lo eliminas. Corté sin esperar respuesta. Encendí el auto, pero no arranqué. Cerré
PUNTO DE VISTA DE LINA:Dan me sostuvo entre sus brazos, en silencio. No dijo nada durante varios segundos, pero su respiración delataba todo. Era un volcán a punto de estallar. Se apartó apenas para mirarme con los ojos ardiendo de rabia.—No te preocupes, mi amor —murmuró, con una dulzura que no le nacía del alma, sino del ego herido—. No dejaré que nadie te toque otra vez. Ese maldito doctor va a pagar caro por lo que te hizo. Nadie juega conmigo… ni contigo.Me acarició el cabello como si fuera su tesoro más preciado, cuando en realidad yo era solo la pieza clave en su juego. Pero justo eso quería que creyera: que me creía débil, manipulable, suya.Se puso de pie con un gesto violento. Su rostro estaba pálido de furia, los labios apretados.—Voy a encontrarlo. Juro que lo voy a encontrar. —Y sin mirar atrás, salió de la habitación hecho una furia.No dejó órdenes, no dejó a nadie vigilando. Ni cámaras, ni guardias. Solo el pi
PUNTO DE VISTA DE LINA La puerta metálica se cerró tras de mí con un crujido pesado, como si sellara algo más que un escondite. Salí tambaleándome, una mano sobre la ceja abierta, la otra rozando la pared rugosa para no caerme. El aire del exterior era frío y húmedo, contrastando con el calor punzante que me ardía en el rostro. No sabía si eran los nervios o la sangre resbalando lentamente por mi piel lo que más me hacía temblar. Caminé unos metros, pero el mundo se movía a mi alrededor como si flotara. Estaba mareada, desorientada… pero no lo suficiente como para olvidar quién era el enemigo. Todo esto es por Derian, me repetí, obligándome a seguir. Por la verdad. Por justicia. Entonces lo vi. Al otro lado de la calle, parcialmente oculto tras un árbol, estaba él. Uno de los hombres de Dan. Lo reconocí por su postura, por la forma en que se llevó el teléfono al oído al verme.
PUNTO DE VISTA DE DAN La puerta se cerró tras de mí con un estruendo seco. Caminé como si el suelo ardiera bajo mis pies, sin mirar atrás, sin pensar en nada más que en la rabia burbujeando en mi garganta como ácido. ¿Quién demonios se creía que era ese imbécil? ¿Qué buscaba? ¿Revancha por algo que pasó hace más de una década? ¿Tan patético era? Y lo peor... Lo peor era que tenía a Lina de su lado. Saqué mi teléfono. Marqué al primer número que encontré en mi lista de contactos: uno de mis hombres, uno de los que se encargaba del “trabajo sucio”. —Lo quiero. A Liam Donovan. Localízalo. Síguelo. No le hagas daño... aún. Solo quiero saber dónde duerme, qué come, con quién se reúne. Todo. Y si ves a Lina con él… no te acerques. Solo observa. Entendido. Corté antes de recibir respuesta. Me dolía el orgullo. Me dolía la traición. Pero más que
PUNTO DE VISTA DE DAN No me moví de donde estaba. No parpadeé. Ni siquiera respiré mientras veía a Lina salir del café con él. Liam Donovan. Era él. Aunque no lo veía desde que tenía quince años, lo reconocí de inmediato. Esa maldita mandíbula de héroe barato. Esa mirada arrogante de quien cree tener la moral de su lado. El muy idiota incluso se atrevió a sonreírle a Lina. Y ella... le devolvió la sonrisa. Apreté los dientes. Cerré el puño dentro del bolsillo del abrigo. No supe si quería golpear a Liam o a mí mismo por no haberlo previsto. Porque claro, todo cuadraba ahora: la urgencia de Lina por salir del hospital, esa paz repentina en su rostro, la seguridad con la que caminaba. No se escapaba de mí... corría hacia otro. —Maldita sea —murmuré, girando sobre mis talones—. ¿Qué clase de juego es este? Me metí al auto y le grité al chofer que fuera al hospital. No
PUNTO DE VISTA DE DAN La puerta se abrió. Me aparté de inmediato, escondido a un par de metros, fingiendo revisar algo en el celular. Lina salió sin percatarse de mi presencia. Su rostro estaba alterado, pero no como alguien triste o molesta. No... había algo más. Una satisfacción nerviosa que me encendió todas las alarmas. Apresuró el paso hacia el ascensor sin mirar atrás. Sus dedos temblaban levemente al presionar el botón. Fingía serenidad, pero la conozco demasiado bien. Algo pasó ahí adentro. Algo que no me contó. Esperé a que desapareciera por completo antes de entrar. La puerta de la habitación seguía entreabierta. Respiré hondo, me puse la máscara de hermano preocupado, y empujé para entrar. Derian estaba sentado, recostado contra las almohadas. El televisor estaba encendido, pero la pantalla no mostraba nada interesante. Cuando me vio, sonrió con fingida cortesía. —¿Otra vez tú? —dijo, con voz liger
Último capítulo