Mi nueva vida en Frunder fue un giro completo. libertad total. Salía con amigos, iba de fiesta, conocí parques de diversiones, y por primera vez me sentí como una persona normal. Fue entonces cuando conocí a Diana, mi mejor amiga. Ella era todo lo opuesto a mí: segura, libre, sin miedo a nada. Y también era lesbiana, lo cual jamás fue un problema, al contrario, me abrió los ojos a un mundo completamente nuevo. Me enseñó sobre la vida sin reglas, sin miedo Viví, como nunca antes, lo que siempre había querido vivir. Una noche entramos a un bar exclusivo. La música vibraba en el pecho y las luces nos acariciaban como si fuéramos estrellas. —¡Vamos Ana, baila! ¡DIVIÉRTETE! —gritaba Diana entre risas, pasándome un trago. Bailábamos juntas, sensuales, seguras. Todas las miradas estaban sobre nosotras. Yo, una morena de cuerpo esbelto, cintura diminuta y curvas que sabía usar. Diana, rubia, de ojos claros, cuerpo perfecto y energía electrizante. —Señorita, le envían esta botella
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