CAPÍTULO —TE ELIJO DE NUEVO
Nayara apretó los ojos en la oscuridad, y la voz de su loba, esa conciencia caliente que le lamía los bordes del miedo, habló como un latido dentro de su pecho: ya basta, Nayara; ya lloramos, ya peleamos, ya pagamos; Gael también cayó y se levantó; perdió a su madre, perdió a su manada, te perdió a vos; no le demos el gusto a la bruja; hoy elegimos nosotras. Y en esa certeza que no pedía permiso ni pedía perdón, se incorporó sin encender la lámpara, abrió la puerta con un cuidado de ritual y dejó que la noche le soplara a la cara su olor a sal, a madera húmeda y a luna cansada.
—No le vamos a dar el gusto —murmuró, y su voz sonó como si hablara con la niña que fue y con la loba que es—. Yo lo quiero besar. No sé qué vas a hacer vos, Nayara… pero yo voy a besar a mi compañero.
Bajó los escalones, y lo encontró allí, tendido sobre la arena, con la espalda apoyada en la noche y la respiración acompasada a la marea. Se arrodilló a su lado, le rozó la sien con