CAPÍTULO — FRENTE A LA LUNA
Punto de vista de Gael
Gael no podía creerlo. No podía creer que ella hubiera bajado, que lo hubiera buscado, que no lo hubiera dejado hundirse en la arena como un despojo. Su pecho se expandía y contraía como si recién aprendiera a respirar.
Cuando sus labios tocaron los de Nayara, su lobo rugió de felicidad tan fuerte que le recorrió la sangre como fuego encendido. Hacía años que no sentía esa plenitud: no era el poder, no era el título, no era el mando… era la certeza ardiente de estar completo otra vez.
Cada beso era una plegaria. Cada caricia, un rezo silencioso. En cada embestida que compartían, en cada gemido ahogado que se escapaba entre ellos, él le pedía a la Luna que no lo dejara perderla de nuevo. “Bendecime, Luna, guardamos, no nos arrebates otra vez”, suplicaba por dentro.
Su loba se entregaba, y su lobo respondía con una devoción que no era solo deseo: era amor, era hambre de alma, era necesidad de eternidad.
La miraba, la tocaba, y le p