CAPÍTULO: El Lamento del Hermano
El aire seguía pesado. La plaza entera estaba contenida, como si hasta los árboles supieran que lo que allí se decía no era simple verdad, sino historia.
Khael no se había movido. Había escuchado cada palabra de Aldric. Lo había visto caer de rodillas, quebrarse, suplicar perdón. Pero su cuerpo no reaccionaba. Permanecía firme, como si el suelo le hubiese prometido sostenerlo solo mientras no flaqueara.
El viento acarició su rostro curtido, peinando el cabello que ya mostraba destellos de plata. Sus ojos, grises como el acero bajo tormenta, no parpadeaban. Aldric, su hermano. Su compañero de batallas. El hombre que había jurado compartir la carga del liderazgo solo por un tiempo… había sido quien lo traicionó.
Y sin embargo, ahí estaba. Llorando como un niño perdido.
Khael dio un paso adelante.
No fue un movimiento cualquiera. Fue el peso de veinte años de silencio, de exilio, de renuncia voluntaria. Sus botas resonaron sobre las piedras de la pla