CAPÍTULO: El Lamento del Hermano — Parte II
Los gritos aún vibraban en el aire. El pueblo pedía justicia. El Consejo apenas podía sostener el caos contenido. Y entre todo ese torbellino de verdades sangrantes, Khael Lorentz permanecía como una roca en medio del río. Firme. Inamovible. Su porte, envuelto en ropas de lino oscuro y botas de cuero gastado, imponía respeto, pero eran sus ojos —dos pozos de fuego callado— los que advertían que algo importante estaba por suceder.
Fue entonces cuando una loba del consejo, anciana y de voz filosa como cuchilla, alzó la palabra.
—Y la loba desterrada… Nayara. ¿Volverá como Luna? ¿A ocupar un lugar que tal vez nunca le perteneció?
Ese comentario desató una ola de murmullos venenosos. Algunos bajaron la mirada con vergüenza, otros parecían dispuestos a abrir un nuevo juicio público. Pero antes de que el Alfa Gael pudiera responder para defender a su compañera, su tío Khael dio un paso al frente. El sol acarició su perfil endurecido, marcando las