Una maldición afectó la vida sexual del señor Maxwell, y su secretaria es la única que podrá ayudarlo. Emilia odiaba a su jefe, y lo mujeriego que era, sin querer lanzó un hechizo sobre él que funcionó, sin embargo, y ahora ella es la única mujer que logra que su pantalón explote cada vez que la ve...
Leer más«Prefacio»
—¡Debes hacerte responsable de tus actos, Amelia! —La voz fuerte y resonante de mi
jefe golpeó con fuerza mis oídos, logrando que mis piernas se desestabilizaran un poco—, ¿Sabes todo lo que he tenido que pasar por tu culpa? —gruñó para luego golpear con fuerza su escritorio. Las fosas nasales de su nariz se hallaban anchas por la ira que quizás sentía en ese momento. Mi garganta se encontraba seca y aunque no entendía a ciencia cierta que era lo que estaba sucediendo no era capaz de responderle algo.
Sus ojos azules me observaron con molestia, el señor Maxwell, aflojó salvaje mente su corbata para luego esbozar una sonrisa algo oscura e intimidante.
—¿Está enojado por qué Carmen Electra ya no quiere verle? —el presidente abrió los ojos con tanta exageración ante mi cuestionamiento, que tuve que retroceder inmediatamente—, señor, yo le juro que intenté convencerla, pero hoy me ha devuelto la propiedad que usted le obsequió y…—Ahogué un grito de terror al verle levantarse de su asiento y correr prácticamente hacia mí.
Sus enormes manos tomaron mis hombros para luego pegar mi espalda contra la pared de su oficina. Mi cabeza empezó a darme vueltas al sentir su respiración tan cerca de mí.
—¿Qué trata de hacer, señor Maxwell? —sus brazos rodearon mi cintura, mientras que los latidos de mi corazón se volvieron desbordados. Había un ambiente extraño que jamás había presenciado en este lugar. Antes de este momento, el señor Maxwell ni siquiera me miraba a la cara, solo me encargaba de cumplir con cada una de sus tareas, (incluyendo aquellas que para ambos solo era un secreto que debía ocultarlo del mundo perfectamente), pero algo se volvió extraño.
Desde hace un par de días, todas las chicas de la lista de mujeres del presidente de la compañía Maxwell Electronic, comenzaron a rechazarlo de la nada, cuando antes, todas se peleaban por un poco de atención por parte del magnate. Algunas secretarias corrieron el rumor que Damián estaba perdiendo sus encantos; y si bien, nuestro jefe seguía siendo ese mismo dios griego que nos enloquecía a todas con su mera presencia.
Y ese que nadie podía negar que esa tez pálida, su cabello lacio negro y bien peinado, sus ojos enormes y cristalinos y esos labios carnosos mezclado con sus brazos fuertes y esa estatura colosal que podría partirte a la mitad en pleno acto inmoral, podría enloquecer a cualquier; a cualquiera menos a mí.
Sí, no podía negar que el Señor Maxwell, es un pedazo de macho que con sólo abrir los ojos podría conseguir a cualquier mujer que el desease, pero… ¡Yo lo odiaba!, había pasado tantas cosas horribles por su culpa y ni hablar de las veces que sus amantes me golpearon por intentar cumplir con sus órdenes: «Stewart, deshazte de ella»
¡Mi jefe era un jodido bastardo que solo miraba a las mujeres como malditos recipientes para deshacerse de su lujuria!, en sus treinta y seis años, jamás se le ha visto salir con alguien, y aunque su madre intentó comprometerlo con la única hija del conglomerado Bibaldi, esto jamás se llevó a cabo.
La chica salió despavorida luego de un día con el magnate, y algunos extraños rumores comenzaron a circular por la empresa. Según algunas empleadas de nuestra compañía, la polla de Damián Maxwell era tan grande, que ahuyentaba cualquier jovencita de sociedad que quisiese establecer una relación con él; y si bien, luego de aquel rumor algo bizarro, muchas mujeres oportunistas y desquiciadas quisieron acercarse a mi jefe. Muerdo mi mejilla interna al recordar todo lo que tuve que hacer para protegerlo de las personas que solo se le acercaban para sacar provecho de él.
—¿Qué trata de decir, señor Maxwell?
Inhalé aire lo más rápido que pude al verle dibujar una línea imaginaria a la altura de mi pecho. Mis piernas se removieron para intentar escapar de él, pero su agarre se volvió mucho más firme, —«¡Espero que al señor Maxwell jamás se le vuelva a parar la polla!»—una corriente eléctrica atravesó mi estómago al oírle pronunciar tales palabras sobre mi oído. —¿Sabes lo que he sufrido por tu culpa?
Tapé mis labios al entenderlo todo, hace tres días estaba tan enojada con el presidente de esta compañía por haberme hecho trabajar hasta tarde, que en un momento de descuido y borrachera con mis amigas, lancé un par de palabras en contra de mi jefe sin darme cuenta que había sido grabada por Carla. Las cosas se habían salido de control y aunque por un error terminé enviándole el video al señor Maxwell, las cosas no habían pasado de más.
Un regaño y una casi demanda por difamación fueron las consecuencias por no medir mis palabras, pero… Pero sin saber que todo lo que dije se volvió real—, ¿No se te para? —Maxwell miró para todos lados mientras me tapaba la boca con agresividad. Sus ojos azules estaban fijos sobre mí, pero, pero algo comenzó a chocar repentinamente contra mi estómago.
Mis ojos bajaron hasta su entrepierna, todo mi cuerpo se tensó al recibir una punzada de dolor que golpeaba con movimientos torpes mi barriga. Mis ojos se devolvieron hacia su rostro y lo escuché rápidamente maldecir.
—Te dije que eras la única que me podía ayudar…
Esperen, no estoy entendiendo nada…
—Creí que no podías tener una erección…—Ataqué mordiendo mi labio inferior.
Maxwell se separó de mí, para luego caminar hacia su escritorio, sus hombros se encorvaron un poco para luego bajar su cabeza y sostener así su frente con amabas manos—. Carmen Electra se fue de mi condominio riéndose de mí, luego de que el poderoso Damián Maxwell, no pudo parar su enorme amigo…—quise reírme, pero no pude hacerlo. —No entendía lo que sucedía, intenté masturbarme, pero no funcionó… Llamé a algunas amigas, pero todas salieron de mi casa entre risas… Me sentí humillado por primera vez en mi vida y fue cuando luego de un día entero sin poder comprender lo que me pasaba, recordé tu video…
—Señor…
Susurré porque sabía que estaba en problemas.
—Encendí la computadora y aunque casi veinte mujeres llegaron a intentar curar mi situación, al solo escuchar tu voz al reproducir el video que por accidente me enviaste, algo sucedió… Mi maldito pene estaba reaccionando, mi maldito pene estaba apuntando dolorosamente hacia ti…
Mis piernas flaquearon.
—¿Qué quiere decir con esto?
—Firma el contrato de exclusividad para mí—, abrí los ojos al escucharlo emitir tales palabras. El contrato era un acuerdo firmado y legal, en donde las partes se comprometían a saciar las necesidades del otro por un bien común. Dinero y sexo. Damián Maxwell siempre estuvo rodeado de modelos tan hermosas que al lado de mí, me hacían sentir miserable y algo humillada.
Mi jefe durante de los cinco años trabajando con él, fue grosero y un completo bastardo conmigo y ahora, ahora él necesitaba de mí.
—No…—Sus ojos se abrieron.
—¿No? —Repitió mis palabras.
—No voy a hacerlo, no voy a tener sexo contigo…
—¿Por qué? —su rostro palideció entre tanto su piel se volvió brillante por el sudor que comenzó a deslizarse por su piel. —Te daré cualquier cosa que me pidas si logras curarme, ¡Además esto es tu culpa!, ¿Qué harás si decido demandarte?
Mis pies de movieron, acababa de comprar un apartamento luego de la ruptura traumática que tuve con mi novio de cinco años, las cosas no estaban yendo bien para mí luego de eso. —¿Estás intentando orillarme a esto?
Lo sabía, Damián es capaz de hacer cualquier cosa para obtener lo que quiere, sus ojos se abrieron al darse cuenta que me tenía en su territorio.
—Escuché que tu hermano menor entró a la universidad…
¡Maldito!
—¿Qué tratas de hacer?
—Soy un beneficiario de esa universidad, sería una lástima que los logros de tu hermano desaparecieran al rechazarlo repentinamente…
¡Bastardo!
—¿Sigues usando el sexo para poder dormir?
Damián cerró la boca de golpe.
—¿Cómo sabes eso?
Sonreí porque ahora estaba en mi territorio.
—He cubierto tu m****a por cuatro años, sé que tomas medicamentos para dormir, pero nada funciona… Es por eso que tienes sexo hasta cansarte… Eres así desde que tuviste el accidente donde tu hermano murió, ¿verdad?, Te sientes culpable por la muerte de tu hermano mayor…
Damián tiró con fuerza las cosas de su escritorio, alguien tocó la puerta de su oficina, pero terminó marchándose al escuchar las maldiciones por parte del presidente de esta compañía.
—¿Qué es lo que quieres? —Preguntó chocando su espalda contra el espaldar de su silla giratoria.
—Voy a aceptar con una condición…
—¿Cuál? —Sus manos tocaron el borde de su escritorio algo ansioso por mi respuesta.
—No puedes enamorarte de mí…
¡Voy a tener sexo todos los días con mi jefe!
EpílogoMe miro al espejo y sonrío al ver el reflejo de mi rostro sobre el cristal, mi madre toca mis hombros e intento no llorar al ver a mi padre hacerlo, Sebastián alista el ramo de flores que debo llevar en toda la ceremonia y respiro porque jamás me imaginé llegar hasta aquí. Han pasado dos meses desde que Damián salió del hospital psiquiátrico, dos meses en donde hemos recuperado todo nuestro tiempo perdido.Me levanto con cuidado de la silla, nerviosa y temblando porque mi boda es una realidad, —Te ves hermosa… —Susurra papá dejando un tierno beso en mi mejilla derecha, —La niña de papá ahora se convertirá en la mujer de un buen chico… Amelia… —Lourdes me pasa un pañuelo para secar mi rostro, —estoy orgulloso de mi hija, estoy orgulloso de todas las cosas que pudiste superar…Mi estómago se contrae por un momento porque papá tenía razón, durante casi tres años, mi mente colapsó intentando entender porque alguien como Damián Maxwell se fijaría en mí; quería comprender porque una
Capítulo 36FINAL Mis tacones se doblan contra el suelo por el desespero que siento al recordar la voz agitada y asustada de Ignacio a través del teléfono, acelero mis pasos hasta subir los primeros escalones de aquella escalera que me llevaría en donde se encontraba aquel pobre chico que contó con la mala suerte de caerle mal a mi novio, maldije al ver que el elevador de nuestra compañía hoy se encontraba en mantenimiento, así que necesita esforzarme mucho más si quería salvar al nuevo pasante.Damián gritó detrás de mí, pero no me detuve hasta que mi respiración se volvió agitada y el oxígeno abandonó mis pulmones rápidamente. Mis manos agarraron mis rodillas intentando respirar pausadamente, mi teléfono comenzó a vibrar de nuevo, así que como pude logré llegar hasta el piso en donde se encontraba Ignacio Thomas.La puerta estaba bloqueada con una mesa, la empujé hacia un lado con todas mis fuerzas, sin embargo el peso de esta era el doble del mío, mis majos golpearon la puerta de
Capítulo 35El agua caliente de la regadera cae con delicadeza sobre mi cuerpo ardiente, Damián besa suavemente mi hombro desnudo, mientras que con sus manos libres estruja esa parte de mi cuerpo que tanto le gusta. Mis dientes muerden mi labio inferior al sentir aquellas vibraciones que solo el señor Maxwell provoca sobre mi cuerpo. Sus enormes manos obligan a mis pies a girar, quedándonos así cara a cara. Sus ojos azules detallan cada facción de mi rostro, el magnate besa fugazmente mi cabeza para luego devorar mis labios con fiereza.Su dedo índice busca con desespero mi centro y tengo que brincar sobre mis propios pies al recibirlo dentro. Me apoyo un poco sobre él para no caer, sus embestidas se vuelven de un momento a otro mucho más rápidas, a tal punto que mis rodillas han dejado de funcionarme; mi cabeza me da vueltas, pero lo detengo porque deseo mucho más que sus dedos dentro de mi vagina. El pelinegro entiende mis señales, así que levanta rápidamente mi pierna derecha y ubi
Capítulo 34Las luces de los reflectores golpeaban con agresividad mis ojos, apenas Damián y yo salimos de los juzgados de New York. Los periodistas corrieron detrás de nosotros cuando la noticia de nuestro secuestro y casi homicidio, se volvió noticia nacional. Mi novio me tomó de la mano, empujando hacia adelante mi cuerpo, y bajando rápidamente mi cabeza para meterme dentro de la camioneta de su familia y así poder protegerme de los paparazzi que han dañado mi imagen desde que fuimos liberados.Según los periódicos, una pobre secretaria se había metido en la cama del empresario más importante de Estados Unidos y ahora ya no era una simple mujer de un barrio pobre, sino la futura mujer del dueño del imperio Maxwell. Mi corazón se aceleró al ver a Handrika después de casi dos meses del incidente, los padres de Mauricio golpearon a Dami
Capítulo 33Minutos antesMe duele…Me duele tanto la cabeza que me es casi imposible abrir los ojos, mis hombros, espalda y estómago me arden por la golpiza que Handrika me propinó antes de encerrarme en este lugar. Intento colocarme en pie, pero mis piernas no me responden y entro en desesperación. Coloco las palmas de mis manos sobre el suelo áspero y como puedo logro abrir mis ojos.Todo a mi alrededor comienza a dar vueltas, así que me arrastro dolorosamente hacia la entrada, sin embargo mi corazón comienza a latir con desespero en el justo momento en que la silueta de Mauricio apareció delante de mí. Sus pies se detuvieron a unos cuantos pasos de donde yo me encontraba inmóvil y temblorosa. Una sonrisa ladina brotó de sus labios, paralizándome así rápidamente.—No te atrevas a tocarme… —Declaré con mi voz
Capítulo 32Damián Maxwell Tengo demasiado miedo de todo lo que podría suceder el día de hoy, Amelia gritó con impetuosidad al ver claramente como Mauricio disparó sin dudarlo en dirección hacia mí. El dolor intenso por aquella herida carcomió mi muslo izquierdo haciéndome caer de golpe al suelo. Mi cabeza comenzó a darme demasiadas vueltas por la pérdida exagerada de sangre.Mis manos apretaron rápidamente mis rodillas para volverme a colocarme en pie, de repente en mi campo de visión apareció la silueta delgada y pequeña de aquella mujer que me había torturado todo este tiempo; Handrika Bekker llevaba puesto un diminuto vestido rojo que la hacía lucir mucho más llena de maldad de lo que ya era. Sus ojos cristalinos ahora inyectados en sangre, deseaban con añ
Último capítulo