Capítulo 2

Capítulo 2

Un nudo se formó dentro de mi garganta al ver las miradas juzgadoras de todas las personas dentro de la habitación. Los ojos inyectados en sangre del señor Maxwell, me hicieron retroceder un poco, pero sus manos toscas y salvajes, tomaron rápidamente mis hombros, mientras mi cuerpo empezaba a ser zarandeado. Mi respiración se cortó en el justo momento en que lo entendí todo. He arruinado el negocio de la compañía Maxwell. Los inversionistas empezaron a salir de la enorme sala de juntas, a pesar que muchos trabajadores intentaban evitar que lo hicieran.

Mis piernas me temblaban tanto que sentía que en cualquier momento podía desfallecer; la respiración caliente de Damián golpeó mi rostro con fuerza, entre tanto sus manos me soltaron obligándome a caer sentada en el piso de la habitación caso vacía.

—Señor…—Murmuré medio atolondrada por la conmoción del momento, mis manos me temblaban sobre mis rodillas, entre tanto un dolor fuerte taladraba dentro de mi cabeza. Mi pecho se hundía a medida de que los segundos pasaban sin que el presidente de esta compañía pronunciara palabra alguna.

Damián Maxwell caminó hacia la enorme pantalla, mientras que sus ojos estaba fijos sobre el video en donde yo, su secretaria y mano derecha aparecía hablando mal de él. Sus manos se volvieron puño a cada costado de sus caderas, el presidente me miró por un segundo por encima de su hombro derecho para acto seguido empezar a reír.

—¿Sabes cuanto dinero está perdiendo esta compañía por tu culpa?—Vociferó con su voz entre cortada—¡Estás despedida!

Gritó tan fuerte que todos los empleados que presenciaban la escena, salieron disparados de donde estaban. —No tengo excusa para esto, señor, pero he trabajado cuatro años para esta compañía, y sé que no merezco perdón por esto, pero por favor, no me despida…

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas en el peor momento posible, me sentía vulnerable al saber que si quedaba sin trabajo, los únicos que sufrirían las consecuencias de mis malas decisiones, serían mis padres y la deuda que ellos tenían con el banco.

—¡Billones!—Entonó con fuerza el dueño de esta compañía—¡Tienes una m*****a deuda de billones con esta empresa, Amelia!

Un disparo justo en mi corazón me hizo tambalear,—¿De que está hablando?

—Tu trabajo incompetente me hizo perder un negocio de billones de dólares, es por eso que te toca pagarlos…—La respiración se me cortó, empecé a hiperventilar en el justo instante en que mis oídos escucharon semejante noticia tan devastadora. A puras penas podía pagar el alquiler de mi apartamento, mi comida y la mensualidad del banco, ¿Cómo carajos voy a pagar tanto dinero?

—Yo no tengo tanto dinero…—Agregué bajando la cabeza—, señor, sé que cometí un error, por el amor de Dios, ¿Cómo puedo pagar tanto dinero siendo yo una persona pobre?

Damián se aflojó la corbata—Ese es tu problema, Amalia, si te toca vender un riñón, hazlo, pero mi empresa no se puede ir a la quiebra por tu m*****a culpa…—El enorme cuerpo del presidente de Maxwell Electronic, apareció delante de mí. Su dedo índice golpeó mi frente, logrando que mi torso se moviera un poco. Mi cabello castaño y alborotado, se pegó sobre mi rostro por las lágrimas que decoraban ahora mis mejillas.

—Usted va a matar a mi familia…—Sostuve mirándole con odio, —¡¿Por qué me hace esto?—Mauricio, el abogado personal del señor Maxwell entró pausadamente dentro de la sala de juntas. El joven vestido de una manera formal y elegante, caminó hacia su jefe para ahora entregarle una carpeta blanca con algunos papeles.

—La demanda ya está interpuesta…. Señor…—Palidecí—, Amelia Stewart tiene menos de un año para pagar los nueve billones de dólares que perdimos por culpa de su video… ¿Quiere que también la procesemos por injuria?—Mordí mi labio inferior mientras lo miraba entre súplicas.

Negué con la cabeza, pero él asintió confirmando la nueva demanda.

Caí de nuevo sentada sobre el suelo—¡¿Cómo puedes hacerme esto?!—Damián volteó a mirarme—, he tapado cada uno de tus secretos, pero… ¿Ahora solo me desechas por algo que tú mismo creaste?

La piel pálida de mi jefe, ahora se tornó un tanto rojiza por la ira que estaba sintiendo—¿Qué tratas de decirme?

Apoyé mis manos débiles sobre el suelo para así poder levantarme, caminar me dolía demasiado, había perdido cada uno de los logros en un abrir y cerrar de ojos; como puse acomodé mi cabello entre tanto, mis piernas me dirigían hacia él.

—Tratas a las personas con basura, señor Maxwell...—Lo apunté con mi dedo—¡Amatista!, ¿Quién se llama Amatista en tu m*****a compañía?, ¡¿Recuerdas a tu labrador?!—Damián miró a su abogado—¡Así se llamaba tu maldito perro!, me llamas como tu perro… Me llamas como un perro que ya murió…

Lo golpeé con fuerza en el pecho. —¿No eres igual que un perro?—Alcé la mirada, mi mandíbula cayó prácticamente hasta mi pecho al oírle entonar esas palabras tan crueles—. Un perro espera todo de su amo, te doy dinero, pongo comida en tu mesa y te visto… ¿No compraste ese lindo conjunto que llevas puesto gracias al dinero que te pago?,—sonrió—¿Lo ves?—sus ojos me recorrieron—, eres un perro…

—¡Y tú un maldito hijo de puta!—un par de hombres tomaron mis manos para arrastrarme lejos de la oficina del presidente. Andrea, Camila y Carla corrieron hacia mí para ayudarle, pero los guardias las empujaron para quitarlas del camino.

Todas mis cosas fueron tiradas a la calle, había sido despedida de la forma más cruel posible, a pesar de que le había dedicado tanto tiempo a la compañía Maxwell, y no les importó echarme de la peor manera.

Los transeúntes me miraban, así que con algo de vergüenza agarré la caja en donde guardaron mis cosas y las empecé a empacar de nuevo. Mi pecho me dolía demasiado, tanto que me era imposible respirar con normalidad; necesitaba idear un plan para conseguir dinero antes de que viniera el pago de las cuotas con el banco del próximo mes, pero sobre todo, debía ocultar mi despido de la empresa  de mis padres.

Llegar a casa fue una pesadilla, tuve que estacionarme varias veces en el camino, porque las lágrimas acumuladas en mis ojos bloqueaban mi visión. Grité todo lo que pude hasta sentirme agotada.

Subí las escaleras del edificio viejo en donde vivía desde hace dos años con mi futuro sobre mis manos. Apenas cerré la puerta de mi apartamento me tiré sobre el suelo para llorar.

¿Qué iba a hacer ahora?, no tenía la repuesta para eso, mi espalda chocó con fuerza contra mi cama, mientras intentaba calmarme un poco, si vendía mi coche y me mudaba de nuevo a la casa de mis padres, podría ahorrar dinero e irme pagando mi deuda con el señor Maxwell.

Mi teléfono comenzó a sonar de un momento a otro, y lloré aún más al ver el nombre de mamá en la pantalla.

Hola, linda…

Silencio.

—¿Sucede algo, Amelia?

Está vez es papá.

—No, solo estoy cansada.

¿Estás en casa?—sequé mi rostro—, apenas es medio día, ¿Algo sucedió?

Mordí mi mejilla interna—No, no, estoy en la oficina, es que, tengo algo de dolor de estómago, es solo eso mamá…

—¡Oh, que bueno!—gritó papá entusiasmado—, hemos llegado a New York y queríamos irte a visitar a tu empresa…

¡Mierda!

—¡¿Qué?!, ¡No, no!—Me levanté de la cama para buscar las llaves de mi coche—, ¿Para que van a venir?, todo aquí es aburrido y…

Al fondo escucho a mi padre hablando con alguien.

—¡Sí, sí, es esa dirección!—Vocifera mamá quizás dándole indicaciones a alguien—, ya vamos en el taxi para Maxwell Electronic, hija, te vemos allá, te amamos…

¡No puede ser!

Bajé las escaleras a toda prisa, mientras intentaba Buscar las llaves de mi coche dentro de mi bolsa. Los vecinos me quedaron viendo en el momento en que me tropecé en la entrada del edificio, con rapidez logré levantarme, y arranqué el automóvil lo más rápido que pude.

Eran casi las dos de la tarde, a esta hora las calles de New York están demasiado transitadas por culpa de los empleados que salen a comer o de regreso hacia sus casas. Maldije al ver la fila interminable de carros delante de mí.

Mis manos apretaron el volante de mi mazda, faltaban un par de cuadras para llegar hasta la compañía Maxwell; si no llegaba justo a tiempo para evitar que mis padres vean a alguien de la empresa que les cuente de mi despido, todo estará acabado para mí.

Quité las llaves de mi coche, agarré mi bolsa y salí corriendo hasta mi antiguo lugar de trabajo. Sabía que estaba sufriendo con esto y no podía permitir quitarles la única luz de esperanza a mis padres por culpa de mis malas decisiones.

Estaba corriendo como una loca en un día soleado en la gran manzana, el sol y la brisa golpeaba mi rostro con fuerza a medida de que mi cuerpo se acercaba cada vez más a la meta. Mi respiración se cortaba cada tanto, pero no me detuve hasta llegar al edificio en donde quedaba ubicado Maxwell Electronic.

El portero me miró rápidamente, pero ni tiempo me dio de saludar, cuando ya estaba colocando la tarjeta de acceso en la entrada principal. Las recepcionistas intentaron persuadirme, pero todo se detuvo para mí en el instante en que vi a mis ancianos padres esperando el elevador que los llevaría hacia el piso en donde quedaba mi oficina.

—¡Mamá!—Lucía Stewart se giró sobre sus pies para luego sonreír al ver a su hija mayor a unos cuántos pasos de ella. Luego de eso, tocó a papá quien también se sorprendió quizás al verme fuera del trabajo.

Aceleré mis pasos hasta quedar delante de ellos, —¿Qué hacen aquí?—Indagué respirando lentamente para nivelar mi oxígeno.

Mamá lucia un bonito vestido de flores con un sombrero veraniego que la hacían ver muy elegante y coqueta para su edad. Las manos de la mujer que me dio la vida, acariciaron inmediatamente mi rostro.

—Mi bebé perdió mucho peso…—No pude evitarlo, me tiré encima de ella, papá nos rodeó con sus enormes brazos y aunque quería llorar, me negaba a hacerlo ahora delante de ellos.

—Estoy bien ahora…—Solté dando un paso hacia atrás.

—Vinimos a traerle un regalo a tu jefe….

Mis cejas se elevaron—¿Ah?—Mis labios dibujaron una línea curva que más bien era una mueca disfrazada de sonrisa—¿Regalo?, ¿por qué?

Papá carraspeó la garganta.—Por darle la oportunidad a nuestra bebé de trabajar en este enorme lugar…—Lucía tomó del brazo a su esposo.

Mis manos rascaron mi cabeza—Oh…—Las palabras no salían de mi boca, miré por un segundo todo a mi alrededor, —como verán, el señor Maxwell es un hombre ocupado y…

Las puertas del elevador se abrieron delante de nosotros, dejándome ver la perfecta silueta de Damián Maxwell. Mamá abrió los ojos, entre tanto yo solo pude retroceder rogándole al cielo que se abriera la tierra ahora mismo y me tragara completa.

El pelinegro me señaló para luego abrir los ojos con exageración,—¡Tú!—mordí mi labio inferior tomando a mis padres de las manos para huir,—¡Detente ahora, Amatista!—¡¿Por qué?!, ¿Por qué mi cuerpo le hizo caso a ese cabrón?, escuché los pasos de mi antiguo jefe corriendo hacia mí, y aunque intenté moverme, no pude hacerlo. Sus manos frías tocaron mis hombros mientras mis padres nos miraban en silencio.

—¿Qué le sucede, señor Maxwell?—, pregunté con la garganta seca. La respiración del Damián mezclada con un poco de alcohol, golpeó mis mejillas con fuerza.

—Tu currículo no tiene tu dirección actual.—Se aproximó a decir—, la necesito para la demanda…

Papá brincó sobre sus pies,—¿Qué demanda, hija?—, mamá apretó la mano de su esposo—, hija, responde, ¿de que habla este señor?

Maxwell intentó abrir la boca, pero lo aparté de golpe—La demanda…La demanda es para una colega, papá…—El pelinegro de ojos cristalinos rechistó—, ella reveló cosas de mi jefe y…

—Y ahora a la señorita «A» le toca pagar billones…—Agregó algo sofocado el presidente de esta compañía.

Mi madre me miró—No estas metida en ningún problema, ¿Verdad, hija?—negué besando su frente—, sabes que siempre podrás decirnos las cosas, si te preocupas por el préstamo del banco, tu papá y yo veremos como pagarlo.

Quiero llorar.

—¿Cómo podré llamarme su hija si no puedo cuidarlos?—, puntualicé alejándome del señor Maxwell, el cual se encontraba atento a cada una de mis palabras—, ustedes hicieron tanto… Tanto por mí, ¿y no seré capaz tan siquiera de esto?—Levanté la mirada para observar con todo el odio que sentía hacia mi antiguo jefe—. Tengo que decirles la verdad…

Camila, Carla y Andrea venían llegando de su hora del almuerzo, pero apenas se dieron cuenta de la escena, detuvieron sus pasos para así poder observar lo que sucedía.

—¿Estás embarazada?—Cuestionó papá en un hilo de voz, sin embargo volvió a respirar al verme negar con la cabeza,—¿Qué pasa, bebé?

Mis labios se fruncieron—Yo fui…—Las palabras se atoraron, el abogado del señor Maxwell apareció a nuestro lado de la nada—, mamá… Papá… su hija fue hoy des…

—¡Amalia Stewart!—La voz ronca y resonante de Damián penetró mis oídos, obligándome a moverme lejos de él.—¿Crees que estoy para perder el tiempo?

Vomitó tomándome de la mano y a trayéndome inmediatamente hacia su lado.

—¿Eh?

—Mi madre nos está esperando…—Puntualizó haciéndole una pequeña reverencia a mis padres.

—Señor Maxwell, creo que usted está confundido…—Agregué intentando zafarme de su agarre, no obstante sus ojos azul como el océano indico se clavaron en los míos.

El pelinegro tensó velozmente la mandíbula para acto seguido acercar su pecho hacia el mío. El olor que desprendía de su piel, invadió rápidamente mis fosas nasales, logrando que mis piernas se debilitarán un poco.

—Los holandeses decidieron invertir.—susurró tan cerca de mis oídos que no pude evitar aflojar mi cuerpo un poco. Yo… ¡Ya no tengo que pagar los billones!, sin poder evitarlo corrí hacia mis padres, saltando de la emoción que me invadía en ese momento.

—¡Señor!—caminé hacia él—, ¿entonces?

—Estamos llegando tarde a casa de mi madre…

Me despedí de mis padres para enseguida caminar detrás del señor Maxwell en silencio hasta llegar a la casa de sus padres. Al bajarme del coche, me di cuenta de la cantidad de miembros de la familia que se encontraban en la residencia; al parecer hoy estaban celebrando algo tan importante, que todos fueron convocados aquí.

Sacudí mi cabello mientras las demás personas del equipo de trabajo de Damián caminaban junto con nosotros, la señora Nohora me saludó de beso en la mejilla.

—Estás preciosa…

Su hijo torció los ojos.

—Dale algo decente para vestir, es mi mano derecha y parece una loca de pueblo…

Moví mis piernas al sentir como un par de empleadas me llevaron hacia la segunda planta de la mansión. Las mujeres comenzaron a desvestirme y peinarme sin ni siquiera pedir mi autorización.

—¿Qué celebran hoy?—Me atreví a preguntar luego de que con algo de dificultad me cerraran el cierre de un vestido color zafiro que se ajustaba perfectamente a mis curvas. Una de las chicas soltó mi larga cabellera castaña, mientras la alborotaba un poco para darme mayor volumen.

—Es el compromiso del señor Maxwell…—Mis piernas se tambalearon. ¡Imposible!, Damián pasó demasiado tiempo intentando esquivar a su madre y ahorra, ¿Qué sucedió?

—No sabía que el Señor tuviese novia…

Susurré ganándome la mirada penetrante de una de las empleadas de esta casa.

—De hecho, no la tenía… —Arrugué el entrecejo—, al parecer el presidente de la compañía holandesa con la que firmaron un contrato hoy, tiene una hija y pues…

Retrocedí.

¿Esto era por mi culpa?

Los accionistas se habían ido de la sala de juntas con la intención de romper el acuerdo, pero de repente las cosas salieron bien. ¿Damián acordó casarse para cubrir mi falta?

Negué, ¡De ninguna manera!, él no es el tipo de hombre que piense en las demás personas.

Metí mi pie dentro de un zapato versace, para luego salir de aquella habitación. Las mujeres caminaron detrás de mí, pero me detuve en el justo momento en que los ojos de todos los asistentes se quedaron fijos sobre mí.

El abogado del señor Maxwell tocó su hombro para que me mirara, el pelinegro entre abrió sus labios para luego fijar sus ojos a la altura de sus caderas.

Me sostuve del borde de la escalera y bajé con mucho cuidado. De repente todos los invitados comenzaron a susurrar. La prometida de Damián estaba aquí.

Una chica Holandesa en sus veintitantos, delgada, de piel bronceada y cabello platinado, su sonrisa se veía preciosa y ni hablar de la elegancia en la que caminaba y la joyería que la adornaba.

La mujer saludó a mi jefe con la mayor seriedad posible, a lo lejos se le notaba que todo este circo era solo por dinero.

Damián de repente me hizo una seña para me colocara justo a su lado.

—Es un gusto conocerle…—Joder, hasta la voz de aquella jovencita se escuchaba afeminada y melodiosa.

Damián miró a su madre y luego tomó la mano de su futura esposa.

—Iré a beber algo…—Fue lo único que dijo el bastardo de mi jefe, mordí mi mejilla interna para no reírme.

Esto era tan típico de Damián Maxwell, para él las personas solo eran objetos que podía usar a su antojo.

La holandesa caminó detrás de él, la fiesta iba muy bien, yo están disfrutando de la comida gratis, mientras que mi jefe se había perdido desde hacía media hora con su nueva novia oficial. Rodé los ojos al darme cuenta que seguro estaba follando con ella, pero un grito nos dejó a todos aturdidos.

Damián venía bajando las escaleras con la camisa desencajada y cerrando el cierre de su pantalón. Su mirada era de horror. La joven salió segundos después, sus padres caminaron hacia ella, pero no dijo nada.

Sin más, Damián desapareció sin saber todavía que ese día había empezado mi verdadera pesadilla…

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