América había salido rumbo al instituto y, ese día, él sintió que era un buen momento para buscarle un auto. También tenía en mente hablar seriamente con Jader. No sabía exactamente qué haría con él, pero algo debía hacer. Lo primero era dialogar como adultos, intentar llegar a un acuerdo razonable. Y si no, tendría que pedirle que se marchara. No iba a desamparar a América por su hijo. Si las circunstancias fueran otras y América hubiera sido quien lo lastimó, no habría dudas: su hijo estaría por encima de cualquier mujer. Pero ese no era el caso. América no se había ganado el trato que había recibido. Por eso, debía actuar con justicia y con sentido común, además de que muy en el fondo, tenía claro que ya que América no sería para su hijo, podría ser para él, porque sin duda a él le importaba e interesaba como mujer.
Estaba decidido: cuidaría de América durante todo ese tiempo. Cuando ella cumpliera veintidós años, si deseaba irse, la dejaría ir. Pero si decidía quedarse y seguir re