El aire estaba cargado, denso, como si el mismo cielo se hubiera teñido de sombras para presagiar lo que estaba por venir. La guerra había arrasado con todo, pero no con lo más importante: nuestro amor. No había nada más claro para mí en ese momento, ni siquiera la manada, ni el destino del mundo entero. Solo Kian y yo, frente a todo, luchando no solo por sobrevivir, sino por el derecho a estar juntos.
Me quedé mirando las llamas de la hoguera, la luz del fuego danzando en el aire nocturno. Unas brasas ardían, pero no había calor. Solo frío. Una sensación de espera que me calaba los huesos. Mis pensamientos vagaban, perdidos en los últimos días que habíamos vivido. La guerra había dejado huellas profundas, tanto físicas como emocionales. Y lo peor de todo era que sabía que