En el grimorio de Anastasia, decía que la palabra «AMBROSIA» se podía referir a tres cosas: 1: Un postre dulce. 2: Un aroma delicioso. 3: Un alimento sagrado enviado por y para los dioses, deliciosa, sagrada; la miel que los mantenían bellos y jóvenes... y que estaban prohibidas para las almas mortales, o corrompidas. Y cualquiera de esas definiciones estaba bien, creía ella, porque representaba a la perfección su relación con Heldran: Dulce, deliciosa y... prohibida. Y lo último también estaba bien, porque Heldran era un dios: Bello, elegante, tan guapo como inteligente, un hombre con todas las virtudes habidas y por haber... y aunque sonara impresionante lo recién mencionado, para Anastasia, lo más importante era que él siempre había estado ahí, para ella. Desde el momento que pisó la mansión donde se alojaba el alfa (jefe de la manada Luna Strangers), y su heredero, que la aceptó en poco tiempo —no antes de pasar una enemistad trágica —como parte de su manada. Anastasia entró en una clase de conflicto porque, aunque le gustara la idea de tener una familia, no le gustó que el hombre que la veía como su hermana —pensaba ella —su loba lo reclamaba como suyo. Ellos crecieron como hermanos, pero realmente no lo son. Así que Anastasia piensa que comer un poco de la miel que le ofrecía Heldran, no le haría daño a nadie... sin embargo, a ella se le olvida que la ambrosía no está hecha para las almas corrompidas, de que comerla traerá consecuencias lamentables, pero era demasiado tarde para ambos cuando se enteraron de los terribles orígenes de mantener una Ambrosía en secreto, que tarde o temprano saldrá a la luz.
Ler maisEn ningún momento pareció despegarse de ella y, entre más gestos recibía Ana, más se recalcaba un hecho: Heldran la quería. En tiempo pasado. Al atravesar mejor la adolescencia todo se enfrió entre ellos: su hermano ya no la buscaba después de verla llorar en el bosque por las burlas, tampoco se preocupaba en darle la comida —o que el mismo se la preparara, si Ana se lo pedía—, y aunque todavía conservaba la costumbre de escabullirse a su habitación en las noches para dormir cerca de ella, hace un año que Anastasia se levantaba, muy temprano en las mañanas, y no sentía el olor de Heldran, ni su presencia en los pies de su cama; y hasta sus peluches de felpa amanecían en el mismo sitio dónde ella los dejaba. Haciendo incapié que nadie los tocó durante toda la noche. Se tuvo que tragar sus quejas, porque tampoco podía conversar con él; Heldran parecía esquivarla todo el tiempo y, muy a la vez, la abrazaba por la espalda, de repente, y luego se alejaba y la seguía ignorando en
En la familia Out'Nel estaba prohibido hablar de adopciones. Nadie había impuesto directamente esta regla antes, pero era considerado, desde la perspectiva de cada miembro; como algo innecesario para decirlo en voz alta. Se creía tabú hablar de eso y, aunque anteriormente la regla —no impuesta —era estricta, se volvió al doble desde la llegada de Anastasia a la familia. Sinner Out'Nel no tenía ninguna clase de afinación directa o lo suficientemente fuerte con Anastasia como para querer proteger su ilegítima existencia en la familia. Pero aún así, la regla se volvió más exigente, más tétrica cuando, a los dos años de recibir a su segunda luna en matrimonio, caminó silenciosamente por los pasillos del palacio, con el afán de encontrar a su niño. El hombre pensó en las distintas posibilidades de despertarlo: Heldran era un chico con el sueño muy ligero y muy a menudo, ni siquiera podía dormir. Pero cuando lograba conseguirlo, detestaba que lo despertaran. Y era l
~Capitulo 2~Fabrit a ese punto trató de convertirse en lobo y arañar la cara de su agresor con las fuerzas que le quedaban, pero este al percibir sus intenciones, volvió a alzar su cabeza y estrellarla de nuevo, con más fuerza. Dejándolo al borde de la inconsciencia. Fabrit ya no sintió el segundo golpe, ni los gritos de su novia, Carol, pidiéndole ayuda a los machos espectadores; suplicaba y empujaba a algunos de ellos, urgiendolos detener a Heldran. No pudo ver como todo se hacían a un lado, negándose a enfrentar un lobo grande, futuro alfa, que aunque aún tenía quince años, medía unos 1.80 .,m, alto, increíblemente fuerte, reflejos rápidos y que además querían y admiraban. La misma Carol sabía que por uno que defendiera a Fabrit, dos o tres darían la cara por Heldran. —¡Fabrit! —chilló ella, desesperada, entre lágrimas. Anastasia quedó sin aliento, el instinto de salir corriendo y escapar del ambiente violento estaba ahí, dentro de ella, pero lo que más la mant
~Nueve años después~ Anastasia escuchaba risitas de burla y diversión a su alrededor, pero no le prestaba la más mínima atención: quizá, en otro momento, aquello le hubiese encendido las mejillas de un rojo intenso por la vergüenza. Pero ya su rostro entero estaba enrojecido, y no era por causa de las risotadas de ésos imbéciles: la cosa es que alguien le había arrojado chocolate caliente a la cara. La verdad es que no lo vió venir; estaba distraída viendo el menú del comedor. Todo había pasado tan rápido frente a sus narices: al principio no entendía que había pasado, pero el olor del chocolate amargo, las risas ajenas y el gran ardor que crecía y se expandía en su rostro la hizo entender todo. Se quedó allí parada por más de cinco segundos, en el medio del comedor. Rápidamente cubrió su rostro caliente con las dos manos, pero por su respiración cálida le hacía más daño. Gimió adolorida quitando las manos de su cara con rabia, y al tener su cara a la vista de todos, no tard
—Ya sabes lo que repasamos antes de salir, ¿no? —le había preguntado la mujer que se hacía llamarse "madre" a una criatura que la tomaba de la mano. Anastasia torció un gusto en su lindo rostro; su mente prematura y libre de cualquier maldad, estaba saturada de información que tuvo que procesar mientras veía a su madre empacando las cosas (lo poco que tenían), esa misma madrugada, ya que según, —Ana no lo creía todavía —habían conseguido un nuevo hogar. Asintió apenas, en respuesta, manteniéndose perturbada: lo primero que tardó en procesar es que tenía que involucrarse con otros lobos, «otros lobos» repitió ella, en su mente, «¿desde cuando yo soy un lobo? ¿y por qué tengo que ser parte de ellos?» la respuesta quedó en blanco, ella misma no podía responderse y, ojeando el rostro de su madre, prefirió no preguntarle nada de lo que maquinaba su mente mientras caminaban a su nuevo hogar. Anastasia hasta ahora, (si no fuese por los recordatorios de su madre) no sabía que era u
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