El sol estaba bajo en el horizonte, pintando el cielo con tonos dorados y naranjas que parecían fundirse en el aire. El mundo había cambiado, y yo también. Había veces en las que me sorprendía pensando en lo lejos que habíamos llegado, cómo lo que alguna vez fue un caos sin fin ahora era algo más manejable, más... ordenado. No era una paz perfecta, pero era nuestra paz, y eso era lo que importaba. Lo que realmente importaba.
Kian y yo estábamos aquí, juntos, más fuertes que nunca, con la manada de pie a nuestro lado. El viento acariciaba mi rostro, desordenando mi cabello mientras caminábamos juntos a lo largo del borde de nuestro nuevo territorio. Habíamos pasado por tanto, y aún no podíamos relajarnos completamente. Pero no importaba. Ya no. Había una certeza en el aire,