La tranquilidad que habíamos ganado a costa de tantas pérdidas era más frágil que nunca. Nos habíamos refugiado en un rincón apartado, donde Kian y yo, por fin, parecíamos haber encontrado algo cercano a la paz. Pero, como siempre, el pasado de Kian no se quedaba atrás, y cuando la oscuridad comienza a desvanecerse, a menudo es solo para mostrar la siguiente sombra que se cierne sobre nosotros.
Estábamos en la cabaña, sentados juntos en silencio, cuando un olor familiar y extraño me golpeó. Lo sentí en el aire, pesado y denso. Mi corazón dio un vuelco, y pude ver en los ojos de Kian que había sentido lo mismo. La paz, que habíamos cultivado cuidadosamente, se evaporó al instante, dejando solo la incertidumbre.
—&Eacu