El sol apenas comenzaba a asomar en el horizonte cuando me levanté. Aún con el peso del sueño en mi cuerpo, mi mente ya estaba llena de pensamientos oscuros. El aire fresco de la mañana acariciaba mi piel mientras caminaba hacia el centro de entrenamiento, donde sabía que Kian estaría esperándome. La manada estaba en un estado de alerta máxima, y la amenaza interna que se cernía sobre nosotros no hacía más que aumentar.
No podía ignorarlo, aunque lo deseara. Las decisiones que tomaríamos, él y yo, marcarían un antes y un después. La manada no solo era un grupo de lobos; era una familia, y yo ahora era una parte esencial de esa familia. Pero también, al ser la pareja de Kian, había algo mucho más grande en juego. No solo mi vida, sino el equilibrio mismo de tod