Mundo ficciónIniciar sesiónElena Hase fue sacrificada. Forzada a casarse con el recluso Darian Blackwood —un hombre del que todos juraban que estaba loco y era capaz de asesinar a su esposa—, su única esperanza era salvar a su abuela cautiva. Lo que Elena no sabía era que Darian no estaba loco. Su mente luchaba contra una Bestia Primordial que había sido reprimida por años. Y ahora, ella era el único ancla que impedía que esa Bestia se desatara. Cuando el clan ancestral de Darian la toma como cebo para forzar su despertar, Elena comprende que su esposo es un peligro inminente. Pero la posesividad feroz de su lobo y la atracción innegable los sellan. Él es el monstruo que teme convertirse. Ella es la mujer que no puede dejar ir. ¿Podrá Elena domar a la Bestia sin perderse a sí misma en su oscuro corazón prohibido?
Leer másCapítulo 1
Mi nombre es Elena Hase. He vivido mis veintidós años bajo la opresión silenciosa de mi padre y su nueva familia. Desde que mi madre falleció, la única persona que se ha preocupado por mí, la única que me ha ofrecido un calor genuino, es mi abuela. Y en este momento, parada aquí, bajo el cielo plomizo, no tengo la más mínima idea de dónde se encuentra. Esa incertidumbre, ese vacío, es mi cadena. Mis pasos sobre la nieve virgen dejan huellas. Son unas huellas tan profundas y pesadas como la pena arraigada en mi corazón. La alfombra blanca que se extiende ante mí es el único camino, y lo recorro para mantener a salvo a la única persona que amo. Caminar hacia el hombre que me espera en el altar, el amo y señor de este bosque helado, es la única forma de asegurarme de que ella se mantenga con vida, lejos de las garras de mi madrastra. Darian Blackwood es el único heredero de los Blackwood, un nombre que resuena con poder, oscuridad y dinero. De no ser por su bien ganada reputación de psicópata volátil, bajo ningún concepto yo habría estado en esta boda ni pisando su territorio. Su compromiso era con mi hermana, Elisa, la hija preciada de mi madrastra, María. Pero, claro, una madre no quiere que su "joya" termine casada con un hombre que todos susurran que es un asesino y un monstruo descontrolado. Así que me tocó venir en su lugar, la pieza de recambio, el peón sacrificial, comprada con la vida de mi abuela. Veo su espalda. Sus anchos hombros tensan la tela de su traje y su pose masculina es la de un depredador tranquilo. Su silueta, recortada contra el gris del bosque, es una promesa de peligro. Siente mi presencia. Darian se da la vuelta y me mira. La expresión fiera y sin emoción de sus ojos, más oscuros que la noche sin luna, me deja paralizada en seco. El frío de la nieve bajo mis pies no es nada comparado con el terror que me congela la sangre. Mis pies se niegan a avanzar. Pero Homero Hase, el hombre que me dio la vida y el que, por ley natural, debería de estarme protegiendo de este destino, tira de mi brazo. Su agarre es brusco y vergonzoso, forzándome a seguir por el sendero improvisado. Su rostro es una máscara de culpa y avaricia mal disimuladas. Mi boda es tan excéntrica como mi futuro esposo. Estamos en el medio del bosque, donde los pinos cubiertos de nieve crean un silencio opresivo. No hay decoración festiva, ni flores, ni la calidez de los invitados. Solo estamos mi familia (mis verdugos) y tres personas sumamente extrañas que trajo Darian. El sitio elegido es un tramo remoto del bosque, justo en el centro entre la ciudad y la inmensa y aislada Mansión Blackwood. Así lo quiso Darian, y mi familia, por supuesto, no tuvo ningún inconveniente. Claro que todo lo que el amo y señor desee, va a estar bien para ellos. Llego al final del corto sendero. Mi mano, temblorosa bajo el guante fino, es puesta sobre la de Darian. En ese momento, su tacto me deja helada. Su piel se siente aún más gélida que la nieve que cae con lentitud sobre mi piel desnuda. Es un frío profundo, que llega hasta el hueso, carente de vida. Su atuendo es completamente negro, incluso su camisa de seda bajo el esmoquin, un contraste perturbador con el blanco del entorno. Es aterradoramente atractivo, un hombre cincelado por la naturaleza con la promesa del peligro grabada en cada línea de su rostro. Trago en seco e intento alejar mi mano, un instinto patético, pero él me detiene, su agarre se vuelve una advertencia. —Comencemos con la ceremonia —informa el oficiante, un hombrecillo pálido y visiblemente nervioso, refugiado bajo la carpa montada a prisas—. Escuchemos los votos del novio —propone, mirando a Darian con una mezcla de respeto servil y pavor. Darian me mira con una sonrisa fría que no alcanza sus ojos. Quisiera adivinar qué está pensando en este momento, si es burla o desprecio, pero al mismo tiempo siento demasiado miedo por ello. Trago en seco. Él se voltea en mi dirección con la lentitud deliberada de un cazador. Me toma de ambas manos, ignorando mi incomodidad, y me mira directamente a los ojos, perforando mi alma. Por un instante fugaz, da la impresión de que me va a confesar su amor en un giro ridículo del destino, pero las palabras que salen de su boca son frías, calculadas y poseen un tono primal que eriza mi vello. —Yo, Darian Blackwood, te reclamo a ti, Elena Hase, ante la ley y ante la Luna. A partir de este momento, me perteneces —Su voz es baja, grave, pero resuena en el silencio helado. Se acerca a mí hasta poner su boca a milímetros de mi oído, y el calor de su aliento, extraño en contraste con su mano gélida, me provoca escalofríos—. Desde ahora y para siempre. Eso, más que una promesa matrimonial, suena y se siente como una sentencia y una amenaza envuelta en papel de regalo caro. —Acepto ser tu esposa —es mi único voto. Una declaración breve, forzada. No tengo opción. Si no me caso contigo, si no asumo este rol, esa maldita mujer asesinará a mi abuela. Es un precio que no puedo permitirme pagar. Darian vuelve a mirar mis ojos, su escrutinio es demasiado intenso. Me incomoda profundamente. Parece que está analizando mi alma, buscando la rendición o la mentira. Cambio la vista hacia los pocos invitados y lo que veo me paraliza aún más. Esas tres personas tienen una expresión fría, inmóvil, como si fueran estatuas vivientes. El color ámbar de sus ojos no parece humano, tiene un brillo dorado y salvaje que no pertenece a esta época. Y la forma en la que me están viendo, con una intensidad hambrienta y depredadora, me asusta más de lo que quiero admitir. Son cazadores en la sombra, y yo soy la presa. Darian me pone el anillo. La banda es pesada, de oro blanco con incrustaciones, haciendo que mi atención regrese a él. Tira de mi mano con más fuerza de la necesaria y hace que me tambalee en su dirección. Pongo ambas manos en su fuerte pecho para evitar caer, una reacción instintiva que me acerca peligrosamente a él. Mis ojos se desvían inmediatamente hacia el collar que hay en su cuello, colgando sobre la tela negra de su camisa. No tengo que ser experta para saber que es una antigüedad. El color dorado opaco, casi cobrizo, la piedra naranja rojiza en el centro, y la estructura tribal de la joya me roban el aliento por un instante. Es como si yo supiera exactamente de lo que se trata, aunque sé con certeza que no es algo que haya visto nunca en mi vida. Es un símbolo de poder ancestral. —Puede besar a la novia —anuncia el oficiante, aliviado de terminar la ceremonia de los anillos. Mi pulso se acelera a un ritmo frenético. No creí que tendría que besarlo. Es un matrimonio de conveniencia, un contrato frío. Esto no debería suceder, no en este acuerdo. Mis ideas se quedan estancadas en mi cabeza cuando el agarre de Darian se hace más fuerte sobre mi cintura, atrayéndome con una decisión brutal hacia su cuerpo. Mis manos regresan a su fuerte pecho para intentar poner distancia, pero él me toma firmemente de la cintura, su toque perforando la seda. Sin darme tiempo a analizar lo que acaba de suceder, me besa. Es un beso fuerte, posesivo y para nada romántico. Es su boca adueñándose de la mía, no pidiendo, sino reclamando su territorio. Sus labios son fríos, pero su intención es ardiente, un incendio de dominio. Al separarse, dice en un murmuro ronco que parece salido de ultratumba, un sonido gutural que vibra en mi oído interno. —Ahora eres mía, y nadie puede tocar lo que me pertenece. Se pone tenso, esa energía depredadora regresa, y da un paso atrás, soltándome. La fina nieve que cae sobre mi piel me trae de regreso a la dura y fría realidad. El beso ha terminado, pero el reclamo ha quedado grabado. Darian me toma de la mano una vez más, con la fuerza de un dueño, y comienza a caminar, alejándose de la carpa improvisada. Con una actitud imperturbable, me empuja dentro del auto negro que estaba esperando, sin abrirme la puerta. Todo esto ante la atenta mirada de mi madrastra, que sonríe desde la distancia como si hubiese ganado la guerra. Pero ella no tiene idea de que esto acaba de comenzar, ni de la clase de infierno al que me acaba de condenar. El auto se detiene fuera de la mansión de Darian. El lugar es una mole oscura de piedra, un sitio que debe de haber visto tiempos mejores, pero que ahora da la impresión de estar en ruinas. Está despintado en grandes parches y, sin la menor duda, parece más una prisión que una casa. Bajo del auto sin esperar a que Darian me abra la puerta. El frío de la tarde me golpea. Él camina con zancadas largas, y yo lo sigo en silencio por la escalinata que cruje bajo mis pies. Cuando llegamos al vestíbulo principal, que se siente inmenso y vacío, y nos encontramos al pie de la gran escalera, él se detiene. En un movimiento rápido, me toma en brazos, cargándome. Mi cuerpo se tensa con un terror renovado. En la ceremonia me besó; ahora no sé hasta dónde querrá llegar su reclamo. Sube los escalones con una facilidad que anula mi peso, entra en una habitación y me lanza sobre la cama con un golpe seco, dejándome claro con ese gesto brusco y carente de delicadeza que todas las ideas de mi cabeza sobre una consumación romántica o siquiera sexual, al menos por ahora, están equivocadas. Esto es una captura, no un cortejo.Capítulo 4Con la mirada de Darian fija en mi rostro, intenté entretenerme revisando la habitación, porque su escrutinio me ponía demasiado nerviosa. Sus ojos, ahora de nuevo fríos e ilegibles, eran un abismo de preguntas sin respuesta. Me di cuenta de que su habitación estaba, de hecho, destruida. Los muebles pesados habían sido movidos, la pared presentaba abolladuras profundas y el aire aún olía a la furia de la noche anterior. En ese momento, recordé la escena que presencié en el baño. Sentí un miedo palpable. No podía intentar jugar con Darian; la soberbia podía traerme grandes consecuencias.Miré su mano. Pude comprobar que estaba lastimada: sus nudillos estaban envueltos en un pedazo de tela, una rústica venda improvisada. Él seguía impasible, como si la herida fuera una molestia menor, o como si no comprendiera la seriedad del trato que yo le había propuesto.—Si no estás de acuerdo, también lo comprendo —le dije, y me dispuse a salir de su habitación, aceptando mi derrota por
Capítulo 3A la mañana siguiente, el temor a salir de la habitación era una pared física. Mi corazón latía con el recuerdo del frenesí de Darian contra la pared y la punzada de la marca en mi cuello. Antes de pasar por la puerta de mi jaula, asomé la cabeza con cautela. El pasillo estaba en penumbra y el silencio de la mansión era opresivo. Descalza y aún con la bata de baño de rizo de algodón, salí con pasos cortos y ligeros para que Darian no me sintiera, consciente de la proximidad de su alcoba. Bajé las escaleras a toda prisa, casi volando sobre los escalones, y entré en la cocina. La estancia, inmensa y profesional, estaba desierta. Aproveché el momento de soledad para prepararme algo de comer, sintiendo una punzada de normalidad en medio del absurdo.—Me preocupaba que mi hermano hubiese raptado a alguien, sin embargo, te veo bastante animada. Supongo que disfrutaste la primera noche en la casa.La voz de un hombre me sobresaltó, sobre todo porque sabía que no era la voz profund
Capítulo 2Darian se me quedó viendo. Su mirada era penetrante, indescifrable, y todo mi rostro se puso rojo carmesí por las ideas deshonrosas que acababan de cruzar mi cabeza, ideas de desafío mezclado con una atracción instintiva que no quería reconocer. Esperé, conteniendo la respiración, que no notara el leve rubor que delataba mi confusión. Me levanté de la cama, mi vestido de novia crujiendo, y comencé a mirar a mi alrededor, intentando recuperar algo de compostura.El cuarto era lujoso, tanto que no tenía que envidiarle nada a ningún hotel cinco estrellas. La cama era inmensa, las sábanas de seda, los muebles tallados con un detalle exquisito. Sin embargo, la opulencia no podía disfrazar la verdad: las ventanas tenían rejas de hierro forjado y el muro lateral bloqueaba por completo cualquier vista del bosque o de la libertad. Era una jaula de oro macizo.—Escucha claramente lo que te voy a decir —comenzó Darian, su voz baja, pero con un tono fuerte y cavernoso, resonando en la
Capítulo 1Mi nombre es Elena Hase. He vivido mis veintidós años bajo la opresión silenciosa de mi padre y su nueva familia. Desde que mi madre falleció, la única persona que se ha preocupado por mí, la única que me ha ofrecido un calor genuino, es mi abuela. Y en este momento, parada aquí, bajo el cielo plomizo, no tengo la más mínima idea de dónde se encuentra. Esa incertidumbre, ese vacío, es mi cadena.Mis pasos sobre la nieve virgen dejan huellas. Son unas huellas tan profundas y pesadas como la pena arraigada en mi corazón. La alfombra blanca que se extiende ante mí es el único camino, y lo recorro para mantener a salvo a la única persona que amo. Caminar hacia el hombre que me espera en el altar, el amo y señor de este bosque helado, es la única forma de asegurarme de que ella se mantenga con vida, lejos de las garras de mi madrastra.Darian Blackwood es el único heredero de los Blackwood, un nombre que resuena con poder, oscuridad y dinero. De no ser por su bien ganada reputac
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