Meses después
El atardecer caía lentamente sobre Madrid, teñido de un naranja cálido que contrastaba con el corazón de quienes aguardaban por algo más que una puesta de sol. En la residencia Fort, el aire estaba más espeso de lo habitual, y todo parecía vibrar con una energía contenida. Algo… estaba por suceder.
Sofía se encontraba en su habitación, sentada en el borde de la cama con las manos sobre su vientre. Su rostro estaba cansado, pero aún así reflejaba paz. El embarazo había avanzado sin mayores complicaciones, aunque los últimos días se sentía más pesada, más agotada, y una sensación extraña latía dentro de su pecho. Era como si su cuerpo supiera que se acercaba el final… o el comienzo.
—Ya casi estás aquí, mi amor —susurró, acariciando suavemente su abdomen—. Papá volverá pronto, lo sé… lo siento.
Ares y Doki dormían a sus pies. Inés había salido a preparar una infusión, y todo parecía tranquilo hasta que una punzada aguda se disparó en su bajo vientre.
Sofía jadeó. Trató de