La Residencia Fort de Barcelona estaba irreconocible.
Globos blancos y dorados colgaban por todo el jardín, guirnaldas con el nombre “MAVIE” decoraban la entrada, y una mesa de dulces digna de una princesa adornaba el centro del evento. El aroma de flores frescas se mezclaba con el de la repostería casera que Inés, con una sonrisa orgullosa, había preparado junto a chefs traídos especialmente desde Madrid.
—¿Ya está todo listo? —preguntó Catalina, bajándose las gafas de sol mientras organizaba los souvenirs con forma de osito.
—Todo está perfecto —respondió Alicia Michelle, ajustando la diadema en su cabello mientras le mostraba a Alexandra las fotos del decorado.
—Parece una boda —bromeó Axel, vestido con una camisa celeste y pantalón de lino claro—. Pero claro, conociendo a Naven…
—Esto es poco —interrumpió Gerald, su esposo, con una risa mientras sostenía al pequeño hijo de ambos, dormido en sus brazos.
Fue en ese momento que Naven apareció. Traje gris claro, camisa sin corba