Besaba a Sol con tanta rabia que se le hincharon los labios. Su cuerpo temblaba tanto, que me detuve.
Me levanté rápidamente antes de cometer la locura más grande de mi vida, soltando sus manos de mi agarre duro, y tomé el cuchillo para cortar las cuerdas que ataban sus muñecas y tobillos.
Lo dejé caer al suelo y salí de la habitación recogiendo mi ropa. No miré atrás. Simplemente salí al patio trasero del lugar. El sol se había ocultado. Llovía fuerte en esta zona, y me senté en unas de las sillas de madera frente a la fogata.
A lo lejos, había un lago.
Empecé a reflexionar sobre todo. Si la tomaba con la furia que cargaba encima, iba a matarla. Y se supone que es la mujer que amo, por la que daría la vida.
Miré hacia el cielo.
—Ni siquiera sé para qué te hablo... nunca me escuchas.
De pronto, sentí la presencia de Sol detrás de mí. Se había puesto una camiseta mía.
—¿Qué quieres...? —pregunté con incomodidad.
Ahora mismo no quiero hablar con ella. Solo necesito estar solo un momento