—Mmm... estoy agotada. Necesito una ducha.
Estaba sobre su cuerpo desnudo, dándole el último beso. Escuché el sonido mojado cuando lo saqué de su interior.
Me levanto con ella y nos metemos a la bañera. Reposa su espalda en mi pecho y le doy un beso en la cabeza.
—No hemos dormido nada... ¿qué hora es? —la abrazo con flojera.
—A lo que menos vinimos es a dormir a este país.
—Lo sé. Me duele todo. Necesito descansar.
—Sí, mi amor. Vamos a descansar.
Horas después, el golpe de la puerta me despierta. La habitación está oscura. Me siento en la cama con el cuerpo pesado, tratando de recuperar mi conciencia, estiro los brazos, corro apenas la cortina y me pongo unas pantuflas y una bata. Camino hasta la puerta y abro.
—Buen día.
—Buenos días, señor. Es hora del desayuno. ¿Dónde desean tomarlo? ¿Aquí en la habitación o en la piscina?
—No vamos a desayunar aquí, gracias.
—Bien, señor. En dos horas vienen a limpiar la habitación.
—Yo indico cuándo. No interrumpan mi luna de miel.
Cierro sin e