Ver a Sol sobre la cama del hospital me rompe el alma. Me duele verla así, tan frágil.
Con un paño limpio retiro los restos de maquillaje de su rostro. Es lo único que puedo hacer. El doctor solo ordenó un calmante, esperar hasta el amanecer y ver cómo reacciona.
No quise hacer un escándalo por exámenes... ya conozco lo terrible de sus reglas. Pero nunca la había visto así. Nunca.
Avisé a Virginia para que se quedara con los niños. Sé que vendrá apenas pueda, no soporta verla mal.
Me siento junto a ella, tomo su mano... y el cansancio me vence. Duermo, pero es un sueño alerta.
Un quejido lejano me despierta. Ella se mueve de un lado a otro, desesperada.
—¡Ahhhhhhhhhh! ¡Me duele!
El grito me atraviesa el pecho. Me sobresalto, aprieto el botón de alarma y en segundos entran las enfermeras.
—¡Calma, mi amor, calma! —le susurro desesperado, aunque ni yo tengo calma.
Me piden que me aparte, pero no me muevo. No puedo. Solo miro a Sol, aterrado. Esto no es normal.
El doctor entra de golpe,