Desde mi matrimonio con Dante han pasado dos años.
Hemos peleado, nos hemos reconciliado, hemos viajado con nuestros hijos y, pese a todo, hemos sido una familia hermosa.
Pero... cada prueba de embarazo me arruga el corazón cuando aparece esa única línea roja que confirma lo mismo: no estoy embarazada.
No he podido volver a tener hijos. Mi cuerpo actúa como si fuera estéril. Hemos consultado todo tipo de especialistas en fertilidad, y siempre lo mismo: no hay nada mal en mí. Incluso visitamos un psicólogo, pero tampoco había un problema emocional. Todo está, supuestamente, bien.
Dante nunca me ha culpado. Al contrario. Se ha sometido a pruebas innecesarias solo para tranquilizarme, aunque los resultados siempre confirman lo mismo: está perfectamente sano. Tiene un semen fuerte, fértil, poderoso. Pero lo hace para complacerme, para disipar mis dudas.
Hace unos días, sin embargo, exploté. Habíamos tenido una discusión tan fuerte que incluso los demás tuvieron que intervenir.
Estaba ebri