—¿Qué me ves? —dice mientras come.
—La pizza tiene ocho porciones y no quieres que coma ni una... qué mala eres —tengo la cabeza recostada sobre el dorso de la mano.
Sol detesta que le pida de lo que come, algunos de mis perfumes, y, en general, suele estar de mal humor.
—E-es que tengo mucha hambre... —se levanta de golpe y corre al basurero, donde vomita todo lo que ha comido.
Le sostengo el cabello, suspirando. Vomita al menos durante cinco minutos.
Le doy agua, y al mirarla noto en su rostro el miedo. Teme que me entere.
—M-me cayó mal... es tu culpa por estar mirándome —dice, intentando sonreír.
—¿Te cayó mal porque te estaba mirando? —pregunto riéndome.
Ella se gira, furiosa.
—Lo siento, me iré a dormir —la abrazo por la espalda, y mis manos se posan sobre su vientre bajo.
Tiembla.
¿Realmente quiere tanto al costal de huesos?
Apoyo la mandíbula en su hombro derecho.
—Estás comiendo mucho. Me gusta... ya estás más llenita—
—S-sí, tengo mucho apetito... —me aleja las manos disimul