Saltamos al barranco y la oscuridad nos devoró. El impacto al aterrizar fue brutal. Rodé por una pendiente de tierra suelta y rocas afiladas que me desgarraron el pelaje y la piel, y terminé en un montón de maleza en el fondo. El aire, espeso y con olor a hojas podridas, llenó mis pulmones. Por un instante, el mundo fue un torbellino de dolor y desorientación. A mi lado, oí a Ashen aterrizar con un gruñido ahogado, el sonido de un cuerpo grande que choca contra un suelo implacable.
Arriba, en el borde del barranco, las antorchas se multiplicaban como ojos de fuego. Oímos el grito enfurecido de Rheon, una orden que cortó la noche.
—¡Busquen un descenso! ¡No pueden haber ido lejos! ¡Quiero sus cabezas antes del amanecer!
No había tiempo para evaluar las heridas. Ashen se puso en pie, su enorme silueta era apenas visible en la penumbra. Me empujó suavemente con el pie, un gesto urgente. Muévete.
Obedecí. Mis patas traseras protestaron con un dolor agudo, pero la adrenalina era un veneno