Capítulo 51 – Entre risas, promesas
y una nueva rutina.
La mañana entraba tímida por las cortinas blancas del apartamento, dibujando líneas doradas sobre las paredes recién pintadas. Clara abrió los ojos lentamente, aún envuelta en la calidez de las sábanas y en el aroma del café que flotaba en el aire. Se giró en la cama y sonrió sabiendo que ya estaba casada: Mateo ya no estaba a su lado.
Escuchó un ruido extraño desde la cocina, un golpe seco seguido de un murmullo ahogado. Se incorporó con rapidez, con el cabello revuelto y la blusa del pijama arrugada. Caminó hasta la puerta y lo encontró inclinado sobre la estufa, con la frente perlada de sudor y una sartén en la mano.
—¿Se supone que eso sea un desayuno? —preguntó Clara, con una sonrisa divertida.
Mateo levantó la vista y frunció el ceño con un gesto infantil.
—Era un desayuno… hasta que el pan decidió convertirse en carbón.
Ella soltó una carcajada mientras se acercaba a él. Sobre la mesa había un revoltijo de intentos fallidos: huevos a medio batir, jugo de naranja derramado