Esteban llamó por el intercomunicador con voz neutra, apenas informando que le llevaba un paquete con un contenido sensible que no podía tener intermediarios y que se llevaría hasta su puerta, le explico que habían seguido a su amiga y así habían dado con su dirección. Valeria, que llevaba días evitando salir para que no la reconocieran quedó sorprendida, y recordó a Facundo y lo obstinado que puede ser, dudó dos segundos antes de responder que subiera.
Acomodó los mechones de su cabello negro detrás de la oreja, respiró hondo y, contra todo instinto, abrió la puerta antes de que tocaran. Se encontró cara a cara con Esteban que tenía en sus manos un sobre que dentro tenía una caja rectangular, firme, envuelta con una cinta oscura, ella lo tomó y él se marchó inmediatamente.
Dejó la caja sobre la mesa de comedor, encendió la luz cálida de la lámpara y se quedó mirándola como si la caja respirara. Había aprendido a desconfiar de los regalos y más si provenían de él. Aun así, sus dedo