El reloj marcaba las once de la mañana y la sala de juntas principal mantenía ese aire solemne que solo las grandes reuniones sabían respirar. En la mesa central, los planos seguían desplegados como mapas de un territorio en disputa, y las pantallas proyectaban el nombre del siguiente grupo:
Raúl levantó la mano para pedir silencio.
—Bien, continuamos. Equipo 3, tienen la palabra.
Se pusieron de pie Adriana Torres, arquitecta senior de línea sobria, y Luis Armendáriz, ingeniero estructural con fama de perfeccionista. A su lado estaban dos jóvenes promesas: Gabriela Mena, arquitecta recién egresada con especialidad en urbanismo, y Carlos Vergara, ingeniero civil con experiencia en simulaciones digitales.
Adriana comenzó, con voz clara:
—Nuestro enfoque es logístico y estructural. El puerto de Costa Verde debe cumplir con estándares internacionales no solo en diseño, sino también en tiempos de ejecución y resistencia a cargas extremas.
Con un clic, Gabriela proyectó un diagrama de