LEV
La estación abandonada parecía haber sido construida para esto. No había trenes desde hacía años, pero el hierro seguía sosteniendo las vigas con la misma arrogancia de un imperio muerto.
Mi corazón latía muy deprisa, pero era extraño, porque no me sentía nervios, al contrario, sentía una adrenalina que me hacía creer que era invencible.
La última vez que me sentí así fue con mi último enfrentamiento con Nikita… donde estaba casi del todo seguro que íbamos a morir los dos ese día.
El viento arrastraba hojas y suciedad entre los rieles oxidados, y el eco de nuestras pisadas se alargaba como si el lugar respirara con cada paso.
A mi derecha, Ezequiel caminaba en silencio. A mi izquierda, María. Con las manos esposadas al frente, la pierna vendada, la boca cubierta con una cinta adhesiva. Avanzaba con torpeza, sin la elegancia de su personaje anterior. Nada de vestidos costosos ni sonrisas diplomáticas como cuando era una maldita espía.
Una parte de mí sentía celos de ellos, una envi