DMITRI
El portazo del vagón cerró la escena con un eco seco. Nadie dijo nada mientras caminábamos hacia el coche. Boris iba dos pasos detrás de mí. Su presencia era como siempre: firme, silenciosa, peligrosa.
El cuerpo de María se quedó allí y eso fue lo que más me inquietó de toda la reunión.
María… Fallaste. Tú también fallaste.
Subí al asiento trasero. El motor arrancó. Dejé que pasaran algunos segundos en silencio, mirando por la ventana los restos oxidados de la estación. Había sangre en el vagón. El cuerpo de María quedaría allí por unas horas. El pacto del strelka impedía tocar nada hasta que ambas partes se retiraran. Ya había cumplido su papel. Más o menos.
Iba a decir algo, justo antes de que él acabara con ella.
¿Qué ibas a decir, María? ¿Cuáles iban a ser tus últimas palabras y por qué Lev te cortó de esa manera sin dejarte hablar?
¿Era algo importante?
—No reaccionaste —le dije a Boris, sin mirarlo.
—No hacía falta —respondió.
Asentí. Eso era bueno. Ni un ataque de rabia,