Nikita escapó

LEV

Caminaba de un lado a otro escuchando los gemidos de Anya, esos sollozos lentos que me rompían el alma en mil pedazos.

Anya estaba sobre la cama, aún temblando, con la frente perlada de gotas brillantes que se deslizaban hasta sus sienes. El médico tenía las manos manchadas. Ya había cosido dos heridas, y aún quedaban dos más por cerrar. Cada punto que daba sonaba más fuerte en mi cabeza que cualquier disparo porque me sentía muy culpable.

Me detuve frente a la pared. Cerré los puños. No podía mirarla sin sentir la garganta cerrarse. Desde que está conmigo no ha hecho más que coleccionar cicatrices. Y sé lo que piensa de ellas. Sé lo mucho que odia ver su piel marcada y no saber de dónde proceden, pero ahora sabe por qué tiene estas, por mi culpa. Desde el cuchillo que le clavé en la pierna, hasta ahora solo ha ido coleccionando más.

Lo escuché de su propia boca aquella vez que se miró en el espejo del baño y bajó la mirada al notar los puntos en su abdomen, las odiaba. Ahora tení
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