NIKITA
Estoy despierta.
Desde hace horas. Tal vez desde anoche. No lo sé. El tiempo en esta habitación blanca se descompone. No hay ventanas. No hay relojes. Solo el zumbido constante de las máquinas, el ritmo acompasado del suero entrando en mi brazo, y su respiración. Sentado a mi lado. Imperturbable. Lev.
No le hablo. No lo miro.
Lev habla. Su voz es suave, como si estuviera tratando de calmar a un animal herido. Promesas. Siempre promesas. Dice que todo estará bien, que pronto me llevará a una casa hermosa, una que yo elija. Con un jardín, tal vez una playa. Habla de flores, de olas, de una vida que suena tan falsa que me dan ganas de escupirle. No quiero su casa. No quiero su playa. Quiero mi vida. Quiero a Boris. Quiero el olor a pólvora y el peso de un cuchillo en mi mano, no esta mierda de cuento de hadas que me vende.
Pero sigue hablando de arreglar las cosas… Como si yo no estuviera postrada, con el cuerpo roto, mientras la droga que me metió me devora por dentro.
Mis planes