Muerte lenta

NIKITA

Desperté en un cuarto blanco.

Todo era blanco.

Las paredes. Las luces. Las sábanas. El techo.

Incluso el sonido parecía blanco. Como un zumbido de fondo que lo cubría todo.

Parpadeé. Me costó.

Los ojos me ardían como si hubiesen estado abiertos bajo el sol. Sentía que iban a explotar. Tuve que cerrarlos de nuevo, apretarlos, esconderme de esa luz que se colaba hasta detrás de mis párpados.

Tenía algo en el brazo. Un tubo. Un suero.

Joder… estoy conectada. Hospital. Esto es un hospital.

O algo parecido.

Intenté moverme. El cuerpo no me obedeció. Mis piernas parecían de plomo. Mi espalda pegada al colchón como si alguien me hubiera encadenado a él. No podía girarme. No podía huir.

Recordé que intenté llegar a la puerta. Dos días atrás. Tal vez tres. Ya no sé. Estaba mareada. Sentía que el mundo giraba sin sentido, que mi sangre hervía, que el pecho me iba a estallar. Pensé que era abstinencia, pero no era eso. No era el síndrome clásico. Había pasado por eso. Esto era diferente.
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