Samantha se revolcaba en el agua, chapoteando con movimientos exagerados, fingiendo que se ahogaba.
Su rostro, cuidadosamente maquillado horas antes, ahora estaba empapado y corrido, mientras sus gritos rasgaban el aire nocturno.
—¡Ayuda! ¡No puedo… no puedo respirar!
Un murmullo de desconcierto recorrió a los invitados.
Federico no tardó en llegar corriendo, con el corazón latiendo como un tambor.
Se arrodilló en la orilla justo cuando Samantha, convenientemente cerca del borde, extendió sus brazos hacia él.
—Estoy aquí, tranquila —murmuró, sujetándola y ayudándola a salir.
La mujer se dejó caer contra su pecho, sollozando de forma dramática.
Su cuerpo temblaba, pero no por el frío… sino por lo que tenía preparado.
—¿Por qué lo hiciste, Ellyn? —gimoteó, mirando a la multitud con ojos brillantes de víctima—. ¿Querías matarme… a mí y a mi bebé… por celos?
Un murmullo escandalizado se esparció como fuego.
Ellyn, que hasta ese momento había permanecido inmóvil, la miró con una furia tan