Tres meses después.
Todo parecía finalmente en calma.
Asha y Bruno, aun en esa etapa de aprendizaje acelerado que implica vivir juntos, se iban adaptando con prisa a su vida de recién casados. Para sorpresa de Asha, empezaba a enamorarse de él… de verdad. No solo lo respetaba, no solo lo deseaba: sentía algo más. Como si su matrimonio fuera una luna de miel interminable, suave y dulce, como un atardecer rosado que no se apaga. Y él, él la miraba como si también estuviera descubriendo un amor nuevo. Era correspondida. Y se sentía feliz. Dichosa. A salvo.
Mientras tanto, Dianella también florecía.
Había vuelto a amar su trabajo, y su última colección había roto todos los récords de ventas entre empresas del mismo rubro. Ver su nombre impreso en cada elogio, en cada cifra superada, le arrancaba sonrisas que ya había olvidado.
Sus padres no cabían de orgullo.
Toda su familia la abrazaba con admiración.
Aquel día, tras una larga jornada, salió del edificio de la empresa con el cansancio co