Lucia es una joven llena de virtudes y dones que la hacen destacar de entre las demás, sin embargo, ella es incapaz de notar el poder de seducción que posee. Nacida en un hogar en el que no hay suficientes recursos y no había una figura paterna más que su abuelo. Debe luchar para convertirse en alguien en la vida. Lamentablemente, sus esfuerzos serán insuficientes cuando su amada abuela enferma de gravedad. En su travesía por obtener éxito unido a su temor por salvar la vida de su abuela, conocerá a dos hombres que le revelarán dos distintas perspectivas del amor, pero sobre todo las consecuencias que ocasionan las decisiones que tomamos.
Leer más¿Creen en las premoniciones? ¿Les ha sucedido que sueñan y ese sueño de cierta manera se vuelve realidad?, aunque no de forma "literal". Lo que trato de afirmar es que nuestro subconsciente nos proporciona señales que a veces no sabemos identificar. Por ende, para evitar que la historia sea tan compleja, con mis explicaciones (que en vez de aclarar oscurecen), aquí les relato mi sueño y saquen ustedes mismos sus propias conclusiones.
Desde pequeña siempre he tenido una utopía repetitiva donde la escena se centra en una mansión. En esa residencia se encuentra un balcón; oigo que de ese lugar provienen gritos desesperados de un hombre, quien me llama por mi nombre.
Ese extraño que me llama, me pide ayuda, puedo ver su figura en cuclillas dándome la espalda. A continuación, aparece una escalera en forma de caracol. ¡No comprendo cómo puedo contemplar todo lo que está ocurriendo arriba cuando estoy en la planta baja!, supongo que es el poder de los sueños que hacen de lo imposible lo posible.
Me apresuro a subir rápidamente por la escalera en forma de caracol que me conduce hacia el balcón, mi desespero aumenta a su llamado de auxilio. Empiezo mi trayectoria por las escaleras; con cada paso, los peldaños se fragmentan debajo de mis pies, lo cual permite que mi adrenalina crezca y me inste a correr lo más pronto posible. Cuando me faltan pocos peldaños para llegar a la terraza, la escalera se derrumba bajo mis pies. Salto y me aferro al piso de la puerta como si fuera una guerrera Ninja. Escalo con fuerza y logro afianzarme del piso de la tercera planta, en ese momento veo el balcón, es bastante amplio.
La construcción de la terraza cambia cuando los bordes se van perimetrando de ventanales de vidrio rodadizo delante de mis ojos, como si se tratara de la magia propia de un hada que solamente existen en los cuentos. Veo al joven agazapado dándome la espalda, sin poderlo evitar lo detalló: su cabello es rubio, su espalda es ancha y bien formada, torneada por músculos definidos, puedo observar un ave fénix tatuado en el centro de su espalda alta, incluso hasta los detalles del imponente grabado indeleble en su piel. Continuando experimentando la necesidad de mi asistencia. Trato de acercarme, pero mientras me acerco más lejos estoy. Los vidrios del balcón son rotos de inmediato por tres lobos grises que entran a la fuerza y van directo a él para atacarlo. Él me llama por mi nombre: ¡Lucia, ayúdame! Eso es suficiente para que mi cerebro pueda transmitir la señal a mis piernas de que comiencen a moverse. Me percato de que un cuarto lobo entra en escena; uno más grande y de pelaje negro. Mi expresión se refleja en sus ojos grises que brillan en la oscuridad; de todos los lobos presentes, este era el más altivo y despiadado. Sin dudarlo me abalanzo sobre mi desconocido; siento que lo amo, aun sin conocerlo, aun sin ver su rostro, sacrificándome y dejando que los lobos me lastimen a mí, mordiendo y arañándome la espalda. Tomo su mano y me percato de que de su dedo meñique surgió un hilo rojo, mis ojos siguen la dirección del hilo y, sorprendida, descubro que el otro extremo está vinculado a mi meñique. Mientras más me lastiman, más me esfuerzo por proteger a mi anónimo hombre. A pesar de que los lobos tratan de alejarme de él, la hebra roja que une nuestros meñiques se enreda, se estira y tensa, sin embargo, nunca se rompe. En aquel momento del sueño, me despierto y quedo con esa asombrosa sensación de tristeza, heroísmo, entrega y amor. A través de la evocación, descubro que no todo es color de rosa, y que los sacrificios son necesarios… Una vez más vuelvo a preguntar: ¿Creen en las premoniciones?
Esta es la narrativa de mi existencia, llena de sorpresas. No obstante, es fundamental señalar que la historia no está compuesta por hombres lobos como en las historias fantásticas, posiblemente sí, pero de hombres reales, aquellos que son cautivados por poder y rivalidades. También debo admitir y advertirles que, en algunos momentos, me he dejado guiar por el desespero y el egoísmo de mi ser, quizás en algunas facetas me odiaran, todo es parte del aprendizaje. Entonces recuerdo a Noah.
—"Levantarse para continuar cayendo" —fueron mis primeras palabras cuando conocí a Noah, a lo que él me respondió: "Cometer errores para aprender a ser más fuerte. Las decepciones suelen ser necesarias para forjar el carácter." Se trataba del mantra de aquel hombre inescrutable que me atravesó el corazón… Noah Duarte de León.
A pesar de que existen circunstancias y palabras que en su momento no aprecias, mucho menos la fuerza y los sentimientos que la suscitan, extrañamente ese punto lo logre comprender cuando conocí a Gabriel, quien con el paso del tiempo se ganó un lugar privilegiado en mi mente:
—"Aguanta, sé que tienes miedo, pero puedes estar tan cercano al cielo; sin embargo, te esfuerzas por mantener los ojos muy cerrados" —me había dicho Gabriel en una ocasión, sé que se refería a sus sentimientos por mí.
—"Siempre puedes aprender a volar… Nunca lo sabrás hasta que lo hagas" —él trataba de explicarme, en aquel entonces, que enamorarse era como saltar de un edificio muy alto, aunque tu mente digiera lo contrario, el corazón podía volar. No tuve en cuenta sus palabras, simplemente no me tocaban, para ese momento mi corazón estaba con Noah en lo alto, tarde comprendí que también yacía en medio de la nada, nunca lo supe, lo descubrí cuando ya estaba ahí caminando lentamente, en una cuerda floja… La tristeza ya no tiene valor en absoluto. Solo una palabra viene a mi mente como una letanía: Noah, por favor, no me juzgues.
Durante todo el trayecto a casa, Gabriel no pronunció una sola palabra. Dentro de él, los sentimientos se arremolinaban como un torbellino salvaje: decepción, ira e impotencia danzaban un baile macabro por conquistar el trono de su alma. Verónica y Javier respetaron su silencio, al igual que su madre. Todos ellos tenían grabada la imagen de Gabriel corriendo desesperadamente tras aquel vehículo que se llevaba a Lucía, como si, con ella, se le escapara la vida misma.Gabriel Argüelles había saboreado las mieles del éxito y la creciente popularidad. Su destreza sobre dos ruedas, bajando las montañas escarpadas con una precisión temeraria, había dejado a todos boquiabiertos. Ese mismo día en que se consagró como campeón, también fue coronado por el estandarte del desengaño. Porque la cima más alta que deseaba conquistar llevaba por nombre “Lucía Ruiz”, y ella lo había arrojado a un abismo del que no podía escapar.Verónica y Javier siguieron su camino. Nancy y su hijo se dirigieron en si
Sentía tantas emociones en ese momento, pero no encontraba las palabras para definirlas. A través del espejo retrovisor, pude ver a Gabriel corriendo tras nuestro coche, intentando alcanzarnos. Esa imagen me derrumbó; se me llenaron los ojos de lágrimas y el llanto que había estado conteniendo comenzó a brotar, acompañado de sollozos. Aarón, que estaba a mi lado, fue testigo de mi dolor y, en un gesto de solidaridad, puso su mano sobre la mía y me abrazó.Es extraño cómo funciona la vida a través de las acciones. Hace unas semanas estaba segura de que Noah era el único y absoluto hombre que quería a mi lado; mis sentimientos eran inequívocos. Sin embargo, mi corazón me estaba manifestando otros sentimientos que me abrumaban. Ver a Gabriel correr hacia mí, suplicando que no bajara del coche, con miedo a que me hicieran daño, me sacudió hasta las entrañas, haciéndome dar cuenta en un instante de que todo en mi vida me había llevado a ese momento. Reconocerlo y aceptar lo que él signific
Hilda Duarte de León no dudó ni un instante antes de acercarse al lugar donde entrevistaban al ganador. Lo observó detenidamente, con lentitud, convencida cada vez más de que aquel joven poseía los mismos ojos que su difunto padre, hasta en los gestos.—Dios mío… sus ojos —murmuró, casi hipnotizada por aquella mirada única.Quien escuchara a Hilda podría pensar: “Existen otras personas en el mundo con ojos grises”. Pero este no era el caso. Había diferencias, sutiles pero evidentes, porque incluso la forma de los ojos se parecía profusamente a los de Ethan Duarte de León.La luz del sol le daba en el rostro a Gabriel, resaltando un brillo especial en su cabello castaño oscuro cenizo. Sus labios esbozaban una sonrisa mientras respondía a las preguntas de la entrevista. Cuando los rayos iluminaron con más fuerza sus ojos, Hilda contempló el gris moteado de ámbar en sus iris, ese tono amarillento que le confería el famoso “ojo de lobo”. Incluso la sonrisa era idéntica a la de su padre.A
Me quedé helada.El habla se desvaneció de mis cuerdas vocales, y mi mente quedó en blanco. Todo se esfumó en el instante en que Gabriel volvió a declararme su amor, esta vez frente a una multitud entera, ante cámaras, jueces, espectadores… ante el mundo.Un momento que sin duda pasaría a la historia como la hazaña del meta humano que ganó el concurso y juró conquistar a la mujer que le arrebató los sueños.Sabía que lo que había dicho era cierto.Y aun así… no parecía real.No parecía mi historia. Parecía la vida de otra persona.No quise voltear a mirar a Aarón. La vergüenza me envolvía, como una tela que se cierra alrededor del cuello. No era mi culpa que Gabriel albergara esos sentimientos hacia mí, pero el peso de su amor ahora era una carga pública.Y entonces, como una bofetada invisible, lo recordé:No solo Aarón había escuchado la declaración… Noah también la había escuchado.Mi pecho se cerró con un presentimiento oscuro.“Esto huele a peligro”, temí.Lancé una mirada fugaz a
Gabriel.La concentración y el enfoque eran los únicos sentimientos que dominaban a Gabriel en ese instante. Su mirada se fijaba, como un halcón, en las montañas que ansiaba conquistar. Respiraba profundo, sintiendo cómo su cuerpo se preparaba para entregarse por completo.Antes de liberar su verdadera esencia, desvió la vista hacia el punto donde Javier le había dicho que estaría Lucía.—No dejes que la luz se apague —murmuró para sí, como una plegaria íntima.Entonces, sin dudar un segundo más, se lanzó al vacío dispuesto a dar lo mejor de sí.Su carrera comenzó con una serie de potentes volteretas h
La adrenalina: esa hormona que segregan las glándulas suprarrenales y que incrementa la presión arterial, acelera el ritmo cardíaco, eleva la glucosa en la sangre y dispara el metabolismo. Eso te dirá Google si lo consultas.Pero nadie te advierte que puede sentirse como fuego desatado en un bosque seco. Nadie te cuenta que puede poseerte con la furia de una tormenta eléctrica, desde las entrañas hasta las sienes, al punto de querer gritar, arrancarte el alma por la boca… o los cabellos, literalmente.Eso sentí cuando inició la carrera y vi que era el turno de Gabriel.Todo se volvió cámara lenta.Desde las pantallas gigantes pude verlo montarse con decisión en su bicicleta de montaña. Apenas comenzó a pedalear, la adrenalina me atravesó como un rayo: brutal, imparable.⸻El narrador oficial arrancó su discurso con voz ampulosa, ensalzando al primer participante. Aarón, Verónica y yo nos concentramos en cada uno de sus movimientos. En mi caso, era una novata total, y todo me resultaba
Último capítulo