Ella lo miró. Y no dijo nada.
Leonard retrocedió un paso, con una media sonrisa amarga.
—Nos vemos en la oficina, directora creativa —dijo antes de salir.
…
El sonido de la puerta cerrándose resonó en la soledad de su enorme pent-house. Leonard no encendió las luces. La oscuridad le sentaba mejor.
Su abrigo cayó al suelo, arrastrando consigo el perfume de Abril que aún llevaba en el cuello. Subió las escaleras como un fantasma, sin tocar los pasamanos, sin mirar atrás.
No fue a su habitación. Fue al despacho.
Abrió la puerta de roble, cruzó la sala revestida de estanterías, y se dirigió al armario empotrado detrás del retrato de su tatarabuelo, el duque de Wessex. Pulsó un panel oculto y un compartimento secreto se deslizó.
Frascos perfectamente alineados aparecieron entre las luces.
Fenexorine X.
Un nombre clínico y frío.
Era un medicamento en fase experimental que había financiado en secreto durante siete años.
Una droga para inhibir las respuestas emocionales vinculadas al apego, a