Llegaron a la gran puerta del Auditorio Newton justo antes del anochecer. El campus se había vaciado. Solo quedaban las luces parpadeantes del sistema de vigilancia y el eco lejano de una campana.
Owen sacó una ganzúa improvisada.
—No preguntes cómo conseguí esto —dijo mientras trabajaba la cerradura con precisión sospechosa.
—¿Debería preocuparme por tus antecedentes penales? —preguntó Leonard.
—Solo si planeas testificar —respondió Owen, triunfante, justo cuando la puerta cedió con un crujido solemne.
El auditorio era un anfiteatro gigante, con gradas en semicírculo y un estrado lleno de instrumentos antiguos, bobinas de Tesla oxidadas y pizarras con fórmulas incompletas.
Jasmine corrió hacia la vitrina del fondo. Y ahí estaba.
Un cráneo real.
—Dios mío… no puedo creer que esto exista —murmuró, maravillada—. Tiene hasta una grieta.
—Dicen que explotó por dentro —añadió Owen con tono macabro—. La electricidad lo mató. Literalmente. Como si su cerebro hubiera alcanzado demasiada veloc