Alexander se acercó. La tomó por la cintura. Su mano era firme, pero algo titubeaba en su contacto.
—No estás conmigo —susurró él, solo para ella.
—Estoy aquí —contestó Abril, sin mirarlo.
—Pero no conmigo —insistió Alexander. Sus ojos eran dos preguntas abiertas.
—¿Aún lo amas? —murmuró con los labios rozando los de ella, sin tocarlos.
—No hablemos de eso —susurró Abril, alejándose para observar las fotos en su celular.
—No puedo seguir fingiendo, Abril. No con esa intensidad entre nosotros. No si tú sigues mirando hacia otro lado.
—¿Qué estás diciendo?
—Estoy diciendo que me estás rompiendo. Y ni siquiera te das cuenta.
Abril tragó saliva. Dio un paso atrás.
—Alexander…
—Dime que no estás pensando en él cada vez que me tocas. Que no lo ves cuando me ves. Que ese maldito beso no te asustó porque fue él quien te lo dio.
Ella no supo responder.
Y entonces, su celular vibró de nuevo. Era Leonard.
“Lo siento, Abril. Quiero verte. Estoy aquí.”
[...]
La sesión finalmente había terminado.
E