Capítulo 65. Darren
Nunca me había pesado tanto el silencio. El de la casa, el del teléfono apagado, el de la ciudad cuando amanece. Me acostumbré a que el ruido me salvara de mí mismo: juntas, motores, firmas, correos, gente pidiéndome decisiones. Pero, desde que entré a la fiscalía con el folder que Leiah y Johan me pusieron en las manos, el ruido cambió de bando. Ahora el estruendo lo hacen los otros: los micrófonos, los flashes, las voces que quieren arrancarme una declaración en la escalera de los tribunales. Yo no digo nada. No les debo nada.
Presenté todo. El expediente, las transferencias, los testimonios, la foto del hombre que le llevaba alcohol a mi madre para que nadie sospechara, las bitácoras de viajes pagados por Silvia, la confirmación de que Rafael—el padre biológico de Leiah—era el que estuvo rondando la casa el día que “se suicidó” Isabella. No vuelvo a llamar a aquello suicidio. No después de ver fechas y nombres encajar con el sadismo de un rompecabezas. Lo entregué y firmé. Mi letra