Michael se sentía terrible. Pedro había sobrevivido tanto a los golpes como al accidente, y ahora estaba de nuevo junto a Juliana, la mujer de quien él había intentado separarlo sin éxito. Pero eso no era lo peor. Isabel lo había escuchado referirse a Pedro como “maldito negro”. Michael no había considerado las consecuencias de esas palabras... y ahora era demasiado tarde.
Isabel, de piel canela, lo había mirado con profunda decepción. Se notaba en su rostro que se sintió herida. Y con razón. Si antes lo ignoraba, ahora sin duda lo odiaría. Michael sabía que debía intentar arreglar las cosas… aunque ya no sabía cómo.
Mientras tanto, Carlos finalmente encontró el paradero de Carlina. El lugar no podía ser más desolador: un barrio olvidado, donde la miseria convivía con la drogadicción y el abandono. Sentada en el suelo, con un cigarrillo colgando de los labios, Carlina parecía una sombra de la mujer que alguna vez fue.
—¿Carlina? —la llamó.
—Sí… ¿Quién lo pregunta?
—Carlos Robles.
Carl