—Gracias, has hecho muy buen trabajo. Voy a bañarme —dijo Carlos.
Se mostraba extrañado por la presencia de ella y por su amabilidad. Mary salió de la habitación mientras él se bañaba, fue hasta la cocina y preparó un Omelette con vegetales, avena y cereal. Cuando regresó, Carlos ya se había vestido con unos jeans. Su camisa azul estaba desabotonada y dejaba ver su pecho cubierto de vello.
Ella le ofreció la bandeja, y él la recibió. Mientras comía, Mary recogió el desorden y limpió todo con esmero. De pronto, su pie comenzó a dolerle; se sentó en la cama y lo tocó con cuidado. Carlos se preocupó y se acercó a ayudarla. Le quitó el zapato con delicadeza. Mary hizo un gesto de dolor. Él también le quitó el otro y comenzó a masajearle el pie lastimado.
—Déjame amarte, Mary. Sé mi mujer, quítame este sufrimiento —le susurró acercando su rostro al de ella.
Mary quiso levantarse para encontrarse con su boca. Él la besó, la levantó con ternura y la acomodó sobre la cama. Se posó sobre ella,