—¿Cómo te sientes? —le preguntó.
—Bien... pero no encuentro mi ropa —respondió sin mirarlo.
—Te quiero sin ropa —dijo él, acercándose a ella. La atrajo hacia sí y acarició sus pronunciadas nalgas—. ¿Te lastimé? —susurró.
—No —replicó Mary, bajando la cabeza.
—Eres mi mujer —volvió a besarla con deseo. Una de sus manos buscó uno de sus pechos, lo tomó por completo y lo acarició suavemente. Le quitó la toalla que aún cubría su cuerpo, la levantó, y ella se aferró a él separando las piernas. Carlos comenzó a besarle los pezones, dedicándole tiempo a cada uno. Cayeron nuevamente sobre la cama, y sus bocas se encontraron con más hambre que la primera vez.
Con urgencia, Carlos volvió a estar dentro de ella. Esta vez lo hizo con más fuerza. Sabía que a Mary le gustaba y que lo disfrutaba intensamente. Ella gritaba de placer, su cuerpo se arqueaba para recibirlo por completo. Aunque sentía dolor por la intensidad de sus embestidas, ese dolor se convertía en placer. Ambos estaban cerca del clí