La familia Martín volvió al pueblo para pasar las vacaciones. Habían pasado 15 años desde que se marcharon, y Rafaela ya no tenía ninguna preocupación sobre si los padres de Isabel querrían recuperarla. Legalmente, la joven era su hija y, además, contaba con un buen puñado de abogados para defenderla si algo llegaba a ocurrir.
Isabel Martín se había convertido en una hermosa joven. Su piel bronceada combinaba a la perfección con sus ojos, realzando aún más su belleza. Creció en Inglaterra, rodeada de lujos y comodidades. Su madre y su tío la habían consentido en todo, cumpliendo todos sus caprichos. Isabel era un poco tímida y solo hablaba cuando alguien iniciaba la conversación. Desde pequeña, le habían fascinado las artes: tenía talento para escribir cuentos, novelas e historias, además de realizar maravillosas pinturas. Por ello, estaba estudiando Arte para reforzar sus conocimientos empíricos. Pasaba la mayor parte del tiempo con su madre; salían de compras, de paseo, al gimnasio,